LLAVES DE UN CRIMEN
Natalia Natalia es el retorno al cine de Juan Bautista Stagnaro tras un paso entre la televisión y el cortometraje, destacándose su colaboración en la celebrada Un gallo para Esculapio (2017) como guionista. El director de El amateur (1999) vuelve también a uno de los géneros con los que más coqueteó a lo largo de su carrera: el policial. Si bien no cae en las fosas de su colaboración como guionista en la recordada (?) Policía corrupto (1996), el film de Stagnaro contiene una suma de irregularidades tras una promisoria introducción que terminan dejando a este estreno en la medianía más llana, con apenas unas pinceladas de buen policial negro.
Y precisamente, como todo buen policial negro, el relato arranca con un acontecimiento que afecta accidentalmente la vida de, en este caso, nuestra heroína, la profesora encarnada por Sofía Gala. Silvia asiste al velatorio de su ex pareja, un policía abatido durante un allanamiento, y pronto se le abren intrigas en torno a una misteriosa llave y su propia vida comienza a verse invadida por la sospecha y el miedo de sentirse acechada. Es un poco un cliché del género donde se encuadra la película, pero en los primeros minutos está sostenido con delicadeza: nuestra heroína es realmente víctima de las circunstancias y su interés en las intrigas que se le van presentando es escaso. Es cuando se siente acechada que la urgencia de conectar puntos se hace más presente y la narración de thriller va ganando cuerpo. Desafortunadamente es cuando gana cuerpo que surge una subtrama romántica con el oscuro oficial interpretado por Diego Velázquez. El anunciado giro del desenlace no alcanza para redimir este arco narrativo impostado y poco verosímil que amenaza con derrumbar todo aquello que veíamos positivo en la búsqueda de Silvia.
Hay en la dirección y la fotografía un marco estético que nos remite a policiales de los ochenta y noventa, con los tonos fríos marcando la intriga y el misterio que envuelve a la narración. La banda sonora contribuye a afirmar esa identidad noventosa que se ajusta a encuadres incómodos. Pero así como hablamos de las virtudes, hay que hablar de las flaquezas con que se precipitan los diálogos, que por momentos parecen sacados de una vieja novela pulp serie Z. También del apresurado y tosco desenlace, con un giro anunciado, torpezas en la dirección de secuencias de acción y un final que parece apenas una elección aleatoria, sin sostén en las acciones de la heroína que vimos por más de 80 minutos.
Lejos de los puntos más altos de su carrera (o los más bajos), este retorno de Stagnaro a la dirección naufraga en un océano de mediocridad a pesar de sus buenas intenciones, con una protagonista sólida que se desmorona en una narración quebradiza y caprichosa que inserta su tensión romántica con una falta de ritmo narrativo notable. La progresión de este vínculo es una suma de baches que no hecha por la borda la intriga que rodea al film, pero lo afecta de tal forma que una vez llegamos al apresurado final el devenir pasa a un lugar secundario.