Te escupieron el asado
Hay que reconocerle a Gabriel Grieco que en su opera prima originalidad no es lo que le falta. Estamos hablando de una película de terror que en su estructura y estética remite al slasher de los ochentas, con el tópico del “pueblo chico, infierno grande”, aunque el marco de la trama incluye una llamativa reflexión -o, teniendo en cuenta el epílogo, un llamado a la tolerancia- sobre nuestra cultura alimenticia, incluyendo vegetarianos pacíficos y veganos desquiciados, en un pueblo con una fuerte industria ganadera y estancieros chauvinistas poco propensos a abandonar sus hábitos cárnicos. El resultado es por momentos una película entretenida y con buenos climas, pero con un guión confuso y algunas deficiencias técnicas, además de un elenco irregular que no siempre fluye con el material. Sin embargo, no hay que dejar de remarcar la audacia con la que Grieco sobrelleva un concepto en boga desde una película cuyo género en nuestro país sigue siendo menor en las salas comerciales.
Yendo a la historia en particular, ocurre en un pueblito de Neuquén que funciona como una sinécdoque del pueblo tradicional volcado a la actividad ganadera, en particular en nuestro país. Como tal, su cultura gastronómica se centra en el asado, el modelo para nada casual de los planos detalles que abren la película durante el episodio de la primera víctima, Julia Cotonese. Su desaparición y la curiosidad de una joven periodista (Luz Cipriota, interpretando a Jazmín Alsina) para nada interesada en la historia de color que fue a cubrir, son los disparadores de la trama algo forzada en sus mecanismos, en particular, la arbitrariedad en los puntos de vista y cómo adrede se tiran pistas falsas para generar un suspenso que es prácticamente inexistente a lo largo de todo el relato. Lo que nos lleva a advertir del “falso suspenso” es que no hay un margen de sospecha demasiado amplio. Pasada la media hora uno puede comprender quién apunta ser el asesino de la máscara. Por otro lado, la (poca) empatía que se puede experimentar por el personaje de Jazmín y los escasos matices que demuestra, afectan de forma determinante los momentos en que el personaje se encuentra más vulnerable.
Pero mencionamos puntos de vista, y quizá el más polémico y arbitrario sea el que contiene las mejores y más violentas secuencias del film condensadas (que, no por casualidad, pasan en un establo abandonado). Lo que ocurre es que, al no estar presente el personaje de Jazmín de ninguna forma, todo su despliegue no es sólo forzado sino que le quita impacto a la secuencia posterior, en que nuestra protagonista recorre el mismo establo y el antagonista devela el plan detrás de los asesinatos.
Uno de los elementos que mejor nos traslada a la intensidad que logra por momentos el film es la capacidad de Grieco para generar climas: subjetivas asfixiantes, una fotografía cuidada y una mezcla de sonido industrial recuerdan el amplio conocimiento del género que tiene su director. Pero más allá de esto, algunas secuencias de acción resultan demasiado confusas y se pierde ese cuidado que se tiene en secuencias más estáticas. Las persecuciones se tornan absurdas en el montaje y, en particular, el enfrentamiento final no parece tener continuidad entre los planos.
En todo caso, una apuesta valiente que se torna entretenida a pesar de sus deficiencias, el film de Grieco encuentra en su concepto y el macabro plan del “loco de la motosierra” vegano algunas notas originales que, sin embargo, no logran rescatar la integridad de un film con actuaciones por momentos inexpresivas.