Simplemente sangre
Presentada por la gacetilla de prensa con el incomprobable rótulo de “el primer thriller vegano de la historia del cine”, Naturaleza muerta es una propuesta irregular, cautivante cuando apuesta por la locura y el subgénero slasher, pero fallida en su vertiente policial.
La ópera prima de Gabriel Grieco se sitúa en un pequeño pueblo ganadero al que llega una joven periodista (Luz Cipriota) para cubrir un evento menor relacionado con la contaminación generada por las heces de la vaca. Una vez allí descubre un caso más cautivante relacionado con el manto de silencio que cubre la muerte del hijo de un poderoso hacendado, iniciando una investigación que involucrará a un grupo ecologista local que lucha contra el consumo de carne vacuna.
Durante la primera hora, Grieco desanda los caminos del policial acompañando a la periodista durante la investigación y el seguimiento de los posibles sospechosos y pistas, todo desarrollado de forma torpe y trillada. Pero sobre el último tercio Naturaleza muerta recupera el espíritu de los slashers ochentosos más clásicos desatando un baño de sangre desaforado y creativo. El verdadero espíritu del film se devela –y revela– demasiado tarde.