La venganza de la carne.
Promovida de manera más que astuta como el primer thriller de terror vegano, Naturaleza muerta tiene más de un punto de contacto con las novedades genéricas de los últimos años en el cine argentino. Desde Diablo en adelante, pasando por toda una serie de películas afincadas en el horror truculento, la apuesta de Gabriel Grieco invita, por un lado, al misterio que ronda en un pueblo de provincia, y por el otro, a la exposición macabra y exterior que propone el slasher más crudo. La primera mitad es alentadora en la conformación del conflicto que tiene a una inquieta periodista como personaje principal (Luz Cipriota), junto a un grupo de lugareños de particulares características y esa extraña sensación que puede lograr un film de género en transmitir qué representa tenerle miedo al miedo. La venganza, los vejámenes, las mutilaciones y el cautiverio y agonía que padecen los secuestrados por un siniestro personaje viran la historia hacia el plano detalle, la delectación por la sangre que salpica el lente de la cámara y la exhibición (gratuita o no, eso dependerá de gustos) de una tortuosa cámara del horror, devenida en una especie de frigorífico de la muerte. Grieco, por otra parte, se aferra a un sistema narrativo heredado de la pureza del cine clásico y de aquellos films que gobernaron los años 70 y 80 en su vertiente gore que no necesitaba autodefinirse como una producción clase Z. En ese sentido, Naturaleza muerta es un exponente vital de la tipología genérica de los últimos años: un poco de suspenso, algo de terror explícito, entremezcla de seriedad y humor, una chica linda acosada por un lugareño y una particular lectura sobre el exceso de consumo de carne. Los vegetarianos y veganos ya tienen su película.