Pasa en las mejores familias.
Las películas corales son una debilidad del cine comercial desde tiempos inmemoriables: pocos caminos son más directos para llegar a un público heterogéneo que a través de una historia que involucre los vaivenes de un grupo familiar promedio, aquello cotidiano y fácilmente identificable… y si sumamos el elemento navideño a esa formula multitarget, el film en cuestión se convierte en una de esas producciones por la cual a los estudios se les cae la baba.
Navidad con los Cooper (Love the Coopers, 2015) cae dentro de este formato que traza múltipes líneas argumentales dentro del mismo seno familiar, confluyendo en el marco temporal de la celebración navideña, ocasión que une a cuatro generaciones de Coopers bajo el mismo techo: el abuelo Bucky (Alan Arkin), mamá Charlotte (Diane Keaton), papá Sam (John Goodman), la tía Emma (Marisa Tomei), los hijos Hank (Ed Helms) y Eleanor (Olivia Wilde), y los nietos. El director Jessie Nelson deja de lado experiencias dramáticas más profundas como Mi Nombre es Sam (I Am Sam, 2001) y comanda una historia donde no faltan las crisis amorosas, la incomunicación familiar y los vaivenes cotidianos de la clase media-alta promedio norteamericana, según la perspectiva de un producto ATP.
El guión de Steven Rogers (Posdata, te amo, 2007; Quédate a mi Lado, 1998) busca dotar a la trama de momentos cómicos y dramáticos en igual medida, aunque el tercer acto termine inclinando la balanza un poco a favor de lo segundo. Definitivamente la línea argumental Keaton-Goodman es la que consigue más tiempo de pantalla y consecuentemente mayor profundidad, dejando al resto de las subtramas como una suerte de complemento que se intercala donde es necesario llenar un vacío.
Desde un narrador en off que homenajea a ¡Qué Bello es Vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946) hasta aquellos conflictos cotidianos en clave Feriados en Familia (Home for the Holidays, 1995), la película de Nelson se percibe demasiado confiada jugando a lo seguro con los clichés navideños y las actuaciones de un reparto clase A, donde no todos tienen un tratamiento equitativo. Este exceso de confianza en sí misma le juega en contra en aquellos momentos donde intenta salirse de los parámetros establecidos y exhibir algo de originalidad, como sucede con la revelación de quién es la voz en off que nos guía dentro del relato.
En resumidas cuentas, Navidad con los Cooper en su carácter de película per se, se parece bastante a las fiestas familiares de cualquiera de nosotros, simples mortales: llega, tenemos una idea bastante concreta de cómo se va a desarrollar todo, se mantiene dentro de esos carriles aceptables y para cuando termina volvemos a la vida normal, sabiendo que antes de darnos cuenta vamos a experimentar algo similar nuevamente, y así todos los años (o todas las navidades).