Pavo relleno y vitel toné con toda la parentela
Si bien es una historia que no renueva el género del film navideño, gracias a su elenco de comediantes cumple con su función de entretener un rato. Con Diane Keaton, John Goodman, Marisa Tomei, Olivia Wilde y Amanda Seyfried.
La lógica de las películas navideñas es imperturbable a cualquier línea de cuestionamiento que altere su objetivo. Es decir que, casi sin excepción, los relatos centrados en las festividades de diciembre en general presentan familias más o menos disfuncionales, con personajes que están atravesando algún conflicto-bisagra que se ven obligados a juntarse a pesar de que casi ninguno quiere sentarse en compañía de abuelas, padres y tíos que no quiere ver.
El esquema clásico es que hay algún protagonista que lucha para que todos estén presentes, a pesar de que en su fuero íntimo sepa que no es más que un intento desesperado por mantener la ilusión de que la familia se sostiene sigue unida a pesar de las diferencias. Y ahí va la historia, dedicándole un ratito a cada unos de los protagonistas, dando cuenta de sus miserias hasta que al final, a la hora del pavo relleno -intercambiable por un suculento lechón o en su defecto el infaltable vitel toné-, las cosas se acomodan y las copas chocan con alegría porque es Navidad y una segunda oportunidad no se le niega a nadie.
Navidad con los Cooper cumple a rajatabla con los postulados implícitos del género, con mamá Charlotte (Diane Keaton) que quiere tener una última cena con toda la parentela antes de separarse de Sam (John Goodman), ambos sin rumbo por el nido vacío. Y no es que sea reciente, porque Hank (Ed Helms) ya bordea los 40 años y no logra reinsertarse en el mundo laboral, mientras que Eleanor (Olivia Wilde) está sola y ya no soporta contestar ni una pregunta más sobre su soltería.
Por ahí también anda la tía Emma (Marisa Tomei), siempre a la sombra de su perfecta hermana Charlotte y claro, está el abuelo Bucky (Alan Arkin), que mira con estupor la profunda infelicidad de su familia, en la que incluye a la camarera Ruby (Amanda Seyfried), con la que no lo liga ningún lazo de sangre, pero con la que sin embargo se siente cercano, sobre todo en ese momento mágico del día cuando la chica le sirve café y charlan por un momento y comparan impresiones sobre añejas películas de Chaplin.
En el combo no falta un amor de tía que ya no es la que era, un adolescente que odia todo y a todos, un falso novio republicano y cómo no, un perro que al final es el que cuenta la historia (?). Lo dicho, una trama que no renueva el género porque entiende que no hace falta y le alcanza con un elenco de grandes comediantes para cumplir con el entretenimiento, el director Jessie Nelson acepta que no es Frank Capra, sabe que el clásico ¡Qué bello es vivir! es insuperable y claro, es Navidad.