Las películas de la familia unida en Navidad que pretenden demostrar que las fiestas son en realidad un horror necesario podrían conformar un género en sí mismo. Aquí la gran virtud es la cantidad de buenos comediantes por metro cuadrado (Diane Keaton, John Goodman, Ed Helms, incluso la diletante Amanda Seyfried). Y el gran defecto, como siempre, no es tanto la previsibilidad de la trama -por supuesto que la familia tiene sus resentimientos, por supuesto que hay elementos que hacen inviable en principio la convivencia, por supuesto que habrá peleas, discusiones y momentos incómodos de todo tipo- sino la necesidad de que todo cierre, de que todo se encamine a una reivindicación de la familia más allá de que, en principio, se la ponga en cuestión. Así las cosas, esta película, que no carece de buenos momentos, queda como una más de las tradiciones navideñas: el espejo de lo que nos pasa en las fiestas interpretado por gente famosa.