Nebraska

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Siempre me ha gustado el cine de Alexander Payne. Si bien entiendo muchas de las críticas que se le hacen –y comparto algunas– hay algo de su mundo y de sus personajes que me atrapa. Tipos como Paul Giamatti en ENTRE COPAS, George Clooney en LOS DESCENDIENTES o el propio Will Forte en esta película son la clase de protagonista con las que me gusta compartir experiencias. Tipos confundidos pero honestos que tratan de hacer lo mejor posible pero no siempre pueden, que se enredan en situaciones ridículas por su propia incapacidad o falta de claridad. Uno podría definirlos como perdedores, pero no lo son del todo. Son tipos, digamos, normales, identificables, algo que no suele pasar en buena parte del cine norteamericano en el que las cualidades humanas que mejoran o empeoran a una persona están catalogadas como si los guionistas/directores fueran más que nada terapeutas.

En NEBRASKA, David (Forte) se ve enfrentado a una situación compleja. Su padre, Woody (Bruce Dern), es un anciano veterano de guerra alcohólico que sufre algún tipo de trastorno mental que lo lleva a actuar de maneras impulsivas, a olvidar lo que le pasa y –en una de sus características más bizarras– a creer cualquier cosa que le dicen. Esa rara inocencia lo lleva a creerse que ha ganado un premio cuando recibe por correo un certificado por un millón de dólares que es, evidentemente, una promoción para una compra de revistas. Y por más que todos le digan que no existe tal millón, no hay forma de convencerlo. El quiere ir a Lincoln, Nebraska (desde Montana) a que le paguen. Y si hay que hacerlo caminando, así será.

nebraskaUn poco para evitar mayores problemas y otro poco para pasar un tiempo con su padre anciano, David acepta acompañarlo en su travesía, por más que su madre, Kate (June Squibb), insista en que ese “viejo loco” no está en condiciones de salir de su casa. NEBRASKA contará la peripecias de ese viaje, centrándose específicamente en el fin de semana que, por motivos de fuerza mayor, se ven obligados a pasar en Hawthorne, Nebraska, el pueblito en el que Woody nació y vivió buena parte de su vida. Allí se encontrará con viejos amigos y familiares que, al saber que Woody ganará un millón de dólares (no les dicen cómo, es por eso que se lo creen, en la decisión más obviamente forzada del guión) reaparecen en su vida para pedirle dinero.

Filmada en blanco y negro con un look muy similar a ciertas películas norteamericanas de los años ’70, como THE LAST PICTURE SHOW (LA ULTIMA PELICULA), de Peter Bogdanovich, NEBRASKA tiene un tono algo más relajado y tranquilo que las otras películas de Payne que incluyen viajes y complicadas relaciones familiares como ENTRE COPAS, LOS DESCENDIENTES y LAS CONFESIONES DEL SR. SCHMIDT, a la que más se parece de las tres. Hay algo que se impregna en el espectador que está ligado a los paisajes desolados y la evidente crisis económica que ha convertido a muchos de estos pueblos y ciudades del interior profundo estadounidense en lugares casi fantasmagóricos.

nebraska2Es por ese clima de realismo “setentista” que transmite la película (o la referencia al disco homónimo de Bruce Springsteen) que otro de los recursos usuales del cine de Payne, como sus giros cómicos más clásicos, no terminan de funcionar del todo bien. Más allá de los dos personajes principales (y, en cierto sentido, la madre), el resto de los personajes de NEBRASKA funciona como un algo excesivo contrapunto cómico que banaliza por momentos el encanto de la película, especialmente los hermanos y primos del protagonista, jugados en excesiva clave paródica, hasta cruel, al borde de la humillación. Esa gente simple, de pueblo, siempre fue un poco “burlada” en el cine de Payne (con afecto, tal vez, pero burlada al fin), pero aquí el contraste con la parte –si se quiere– más sensible del relato es más fuerte.

Si uno logra no irritarse por eso (algo parecido sucede en algunos momentos de la inminente película de los Coen, INSIDE LLEWYN DAVIS), NEBRASKA es una extraordinaria y emotiva historia sobre la relación entre un padre y su hijo. Woody (Dern, en una actuación tan impecable que uno por momentos piensa si al propio actor no le “faltan algunos jugadores” también) se conduce con una honestidad brutal que lo convierte en un personaje por momentos desagradable. Bebe, además, todo el tiempo, lo que duplica esa sensación. Pero a la vez es un hombre golpeado, inocente que, a su manera tosca, intenta “dejar algo” a su deshilachada familia.

nebraska1Y su hijo (más que su mujer, irritada con él de por vida) es el que intenta acercarse y no dejarse expulsar por el comportamiento de su padre. David, que tiene sus propios problemas aunque no están del todo explorados en el filme, se da cuenta que es la oportunidad única para conocer un poco más a su padre y se dispone a tolerar sus más bizarros comportamientos. La relación que ambos tienen con el alcohol es un detalle interesante y muy bien tratado en el filme, lejos de la opción “políticamente correcta” que uno siempre espera en el cine americano. Y algo similar pasa con los recuerdos de Woody, que aparecen y desaparecen de la memoria de manera muy curiosa.

La melancolía vuelve con todo en la última parte del filme, una vez que dejamos atrás a la familia alocada y a los viejos socios rencorosos para avanzar en el incierto camino hacia ese premio. Allí vuelven a ser padre, hijo, el auto, la ruta, y un extraño paso de postas entre generaciones.