Nebraska

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Sueños compartidos

Gran película sobre las relaciones familiares, y el orgullo sincero.

Vaya uno a saber si Woody Grant tiene lo que quiere, o lo que quiso en la vida. Allí va, caminando por la ruta, con su cuerpo cansado, solo, a buscar su recompensa.

De esto trata Nebraska: de recibir. De dar, de jugarse, de dejar algo. De actuar, en el sentido de vivir. Los cobardes, nos dice Nebraska, no actúan.

Woody es un anciano que recibe un cupón en una revista y cree que en verdad ha ganado un millón de dólares.

Está obsesionado. Tanto, que duerme aferrado a la carta. Y quiere viajar desde su casa en Montana hasta Nebraska, a recibir el premio. No entiende que es un engaño, una estafa.

Los personajes de Nebraska son gente de pocas palabras.

Pero las tienen, y las dicen en el momento preciso.

“¿Tiene Alzheimer”?, le preguntan a David, su hijo menor. “Sólo cree lo que la gente le dice”. Más claro...

El tipo necesita algo por qué vivir. No se trata del dinero, sino de seguir con la fantasía. ¿Qué haría Woody con un millón de dólares? Comprar una camioneta nueva. Su sufrida esposa, con un millón, lo pondría en un asilo...

Y allí van, en auto, Woody y David, rumbo a Nebraska, y pasarán de camino a visitar familiares. Y las ciudades, como despersonalizadas, estarán tan presentes como un personaje más.

Alexander Payne es un especialista en retratar relaciones familiares, sean las que fueran. El director de Las confesiones del Sr. Schmidt, Entre copas y Los descendientes tiene una habilidad encomiable en ese ámbito. Para pintar un vínculo, con alguien, o con algo, le basta un pantallazo. Puede mostrar la casa de la infancia del protagonista, derruida, o hacerle decir a David “Quiero que vuelvas” a su ex, y “Casarnos, separarnos... Hagamos las dos cosas. Hagamos algo”, le reprocha la ex, que lo dejó después de dos años.

Woody es un tipo de buen corazón, pero alcohólico y, parece, fue mujeriego. “Tú también beberías si estuvieras casado con tu madre”, le dice a David. “¿Dejarla? Terminaría con otra que estaría molestándome todo el tiempo”.

Nebraska habla de la sabiduría que dan los años. De saber cuándo dejar una Mountain Dew para compartir una cerveza con el padre. Y de una generación que no se separaba nunca, y otra que sí. De los buitres que hay en toda familia cuando aparece dinero, y de recuperar algo, al menos, de lo extraviado.

Como encontrar cosas perdidas o dientes postizos entre las vías del ferrocarril. Son tal vez sueños postizos. Sueños derruidos, sueños compartidos entre padre e hijo que siente orgullo por el otro.

Y por algo Payne eligió que en el karaoke del bar suene Time After Time, de Cindy Lauper, por aquello de que " Si estás perdido, puedes buscar y me encontrarás una y otra vez Si caes te sujetaré, estaré esperando una y otra vez”.

Los últimos 5 minutos son los mejores que haya rodado Payne en toda su carrera.

Probablemente Nebraska no gane ninguno de sus seis Oscar a los que está nominada, pero se los merece todos.