La sastrería de los hermanos Samot.
Necrofobia, la última película dirigida por Daniel de la Vega, es una historia de terror psicológico sobre la paranoia y el proceso de pérdida de la razón por parte de un hombre incapaz de enfrentar la desaparición de su hermano y el abandono de su mujer. Tras la muerte de su gemelo Tomás por una sobredosis de pastillas, Dante Samot, un encumbrado sastre cuya negocio se ha venido abajo, se sume en la demencia después de un episodio de pánico necrofóbico en el funeral, y comienza a sospechar de distintos personajes de su entorno cercano.
En medio de una sastrería que supo ocupar una esquina en el microcentro de Buenos Aires, Necrofobia ofrece una metáfora sobre los cambios en la Argentina que condujeron a la ruina de una economía nacional que no supo reconvertirse a los tiempos del consumo masivo y/ o no pudo mantener su clientela suntuaria. Con una escenografía claustrofóbica de paredes derruidas y maniquíes descascarados, Dante -interpretado por un Luis Machín enajenado cuyas gesticulaciones y risas son el corolario de la locura misma- permite que la demencia avance alejándose de sus amigos y sumiéndose en sus elucubraciones lóbregas.
El guión de Nicanor Loreti, Germán Val y Daniel de la Vega crea muy buenos climas de terror especialmente en el comienzo y en el final del film. El desarrollo de Necrofobia crea incógnitas que van confundiendo al espectador precipitando acciones que parecen incoherentes y conducen al protagonista a un enfrentamiento con sus propios demonios y con la locura que lo espera en cada rincón de la trastornada sastrería. La tecnología 3D no aporta demasiado a la estética del film, que por momentos elige introducir la confusión para ocultar la simpleza del guión. Sin embargo de a ratos, y especialmente en el final, logra generar un clima realmente escalofriante al incluir escenas gore que irrumpen dentro del terror psicológico general.
Necrofobia no logra llegar a la altura de Hermanos de Sangre (2012), el film anterior de Daniel de la Vega, también escrito con Nicanor Loreti y Germán Val (y Martín Blousson), el cual ofrecía una extraordinaria historia de rechazo social, timidez y abuso que conducía a un baño de sangre absolutamente inesperado a partir de un guión fuera de control que a su vez prometía un nuevo tipo de cine nacional transgresor de los géneros. La propuesta actual es un buen film que prepara al espectador para esperar más de ese gore que cada tanto logra muy buenas obras, pero que todavía necesita jugar con otras fuentes y perderse en historias más complejas y profundas.