Las palabras se agolpan en mi garganta (y en mis dedos) y pujan por salir. La cantidad de epítetos que se me ocurre es abrumadora, y ninguno es demasiado amable. ¿Acaso era tan difícil escribir una película de carreras de autos siquiera pasable?. Need for Speed: La Película es la última abominación que se suma al vapuleado subgénero de filmes basados en videojuegos. Vamos, che, no se trata de armar una tesis ganadora de un premio Nobel, sino de reciclar algunos clichés y poner a un tipo habilidoso detrás de cámara. En vez de generar alguna rutina mediocre hecha con suficiente oficio como para pasar el rato, lo que tenemos en cambio es un bodrio compuesto de carreras aburridas, algunos de los diálogos mas horrendos que he escuchado en la historia del cine, personajes molestos, y estupideces al por mayor. En sí, Need for Speed: La Película es como una versión lobotomizada de Rapido y Furioso, sólo que dirigida por Hal Needham. ¿Se acuerdan de esas bobadas de los años 70 en donde Burt Reynolds conducía un TransAm negro y lo perseguía una horda de palurdos?. Al menos esas películas tenían cinco minutos de comedia efectiva y el protagonista era simpático. En cambio, aquí todo está mal cocinado. Muy mal cocinado.
Yo me niego a aceptar el prejuicio de que los filmes basados en videojuegos sean necesariamente malos. Los hay potables (como los primeros de la saga Resident Evil), e incluso uno puede tomar la premisa como base para hacer algo realmente diferente e innovador (vean sino La Gran Aventura Lego!). Todo depende del talento que haya detrás de cámaras. Pero aquí las cosas van mal detrás y delante del lente, con lo cual tenemos un engendro consumado. Hay un montón de bobos liderado por un enano cabezón (Aaron Paul, el cual puede despedirse de hacer carrera en el cine si va a seguir aceptando papeles como éste), el cual es bardeado por un mal actor de cejitas arqueadas (Dominic Cooper). El flaco no sólo tiene toda la plata del mundo sino que le ha soplado la novia al enano, la cual resulta ser Dakota Johnson (la que es igual a su papá Don Johnson, sólo que con peluca y tajito). Ciertamente la Johnson es tremendamente insípida (¿y ésta es la chica que va a protagonizar el thriller ultraerótico 50 Sombras de Grey??). Como la cosa viene de duelo de gallos, millonario y mecánico deciden jugar a quién la tiene mas grande corriendo una carrera con unos bólidos alemanes (chiches que salen cerca de 4 millones y medio de dólares), los cuales abundan en la mansión del millonario como si fueran caramelos. La carrera sale mal, uno amigo del enano perece (precisamente el hermano de la Dakota, el cual es un vomitador serial de tonterías), y nuestro amigo del cráneo de cinco metros de alto resulta imputado del accidente. Años mas tarde sale de la carcel y decide tomar revancha del millonario, ganándole en una carrera ilegal - organizada por un oscuro discjockey protagonizado por Michael Keaton -, y la cual parece salida de una de las aventuras de Meteoro.
Es impresionante la cantidad de bobadas que el libreto acumula para que la historia avance. Millonarios que están dispuestos a prestarle un super costoso auto a nuestro protagonista, simplemente porque le cae simpático. La desaparición de un millón de testigos que casi perecieron arrollados por la competencia entre los tres super autos alemanes, y que afirman haber visto sólo dos coches. Nadie que chequeó los papeles en la aduana si este tipo importó tres deportivos alemanes. El flagrante mega aviso de la Ford, en donde todos sus productos le ganan a los de la General Motors, Chrysler y vehículos europeos de las mas variadas marcas. El insufrible moreno que se cree el próximo Will Smith, que se pasa haciendo chistes malos y es mas desabrido que una verdurita hervida. El mismo moreno, que es capaz de robarse / llevarse aviones y helicópteros de todos lados (de las cadenas de TV, del ejército) y actúa con una impunidad acalambrante. Los policías que sólo aparecen cuando le queda bien al libreto. Ni siquiera son capaces de detener al Ford Mustang cuando llega a la ciudad, aún cuando se pasa todos los semáforos en rojo, está todo ametrallado y le faltan las luces traseras. Oh, Dios, la cantidad de imbecilidades que el filme acumula supera a lo tolerable, pero...
Hay algunas cosas que amenazan mejorar la puntuación de Need for Speed: La Película, aunque de última no le alcanzan. Michael Keaton le inyecta algo de su locura característica al personaje (tremendamente mal escrito pero, en fin...). La inglesita Imogen Poots arranca mal en el filme pero después se vuelve adorable. Incluso Aaron Paul comienza a mover sus músculos faciales en la segunda hora y da muestras de vida. Hasta las carreras parecen mejor filmadas en esos últimos 60 minutos. El problema es que, por cada mérito que hace el filme - como si el director hubiera encontrado el tono adecuado para encarar un relato ridículo -, aparece alguna abominación de la naturaleza, como el dichoso moreno charlatán que aparece en un helicóptero del ejército y se lleva el Mustang literalmente colgado del techo, las ocurrencias estúpidas de la policía para detener la carrera ilegal (como soltar patrulleros vacíos con el acelerador trabado en trayectoria de colisión directa contra los autos concursantes), tipos intentando cargar nafta en un auto en movimiento a 300 km/h, o flacos volando por los aires y cayendo en medio de una autopista sobrecargada de tráfico sin que el coche sufra una magulladura. Eso sin contar la impresionante cantidad de accidentes de tráfico causados por los protagonistas - que aquí se ven mas violentos y letales que los choques colaterales ocasionados en otras sagas como Rapido y Furioso -, lo que ameritaría un par de cadenas perpetuas, una tras otra.
Need for Speed: la Película es tremendamente idiota. Cuando habla esta gente, irrita los esfínteres de la audiencia, ya no sus oídos. Las carreras tampoco son tremendamente excitantes - y eso que esta gente tenía material de sobra para estudiar, sea Grand Prix, Ronin, Bullitt, incluso la saga de Rápido y Furioso, Carrera Contra el Destino, o A Prueba de Muerte del maestro Tarantino - y, si en una película de coches las carreras fallan, estamos todos en el horno. De más está decir que es un filme para evitar, el cual es capaz de ofender incluso a los fans mas acérrimos de un venerado videojuego cuya leyenda existe desde hace dos décadas a esta parte.