"Acto de justicia"
Trasladar a la pantalla grande uno de los videojuegos más exitosos de todos los tiempos no era, a priori, una tarea para nada sencilla. Sobre todo si tenemos en cuenta que desde hace varios años existe una saga cinematográfica que explota una temática muy similar (por no decir idéntica) a la que todos nosotros disfrutamos en las consolas.
Frases hechas si las hay: “Las comparaciones son odiosas”. Sin embargo, en este caso es más que necesario recurrir a dichas palabras para establecer una clara diferencia y dejar bien en claro una cosa: Sin el juego “Need for Speed” no habría existido jamás “Rápido y Furioso” y el éxito de aquella copia de “Point Break” (el clásico film de acción protagonizado por Keanu Reeves y Patrick Swayze) jamás hubiera sido tan grande.
Por eso, el desembarco a la pantalla grande de “Need for Speed” es un tardío acto de justicia que encuentra su mayor virtud precisamente en haber dejado correr suficiente agua bajo el río y así aprovechar el cansancio del espectador habitué de esta clase de producciones para ofrecerle algo que está lejos de ser original pero se destaca por ser distinto.
No tardaremos mucho tiempo en darnos cuenta que la película de Scott Waugh (cuyo único antecedente es el film bélico “Act of valor”, el cual resultó ser todo un éxito en los Estados Unidos) transita un camino completamente opuesto al que en su momento propuso Rob Cohen en la primera entrega de “Rápido y Furioso”.
Si en el film protagonizado por Paul Walker y Vin Diesel, además de autos impresionantes, había grises entre los buenos y los malos y las relaciones entre sus personajes eran un poco más complejas, en “Need for Speed” la premisa es básica, sencilla e infantil.
Tobey Marshall (un más que agradable y simpático Aaron Paul) es un joven corredor de carreras clandestinas (muy organizadas, por cierto, ya que tienen como propósito de no causar accidentes) y administra un taller de autos que heredó de su padre junto a un grupo de amigos.
Cuando su lugar de trabajo está al borde de la quiebra, decide aceptar un trabajo por encargo de un viejo rival llamado Dino Brewster (Dominic Cooper) que consiste básicamente en armar un Mustang Shelby GT 500 para posteriormente venderlo.
Obviamente, como aquí está bien claro quiénes son los buenos y los malos, la traición está a la vuelta de la esquina y el destino de Tobey se reescribirá con un solo objetivo: vencer a su rival únicamente dentro del mundo de las carreras.
Waugh construye sin demasiados inconvenientes un sólido film de aventuras filmado a la vieja escuela, ofreciendo impactantes y coordinadas secuencias de acción a bordo de autos que a toda velocidad deleitaran al espectador.
Con evidentes guiños a clásicos del cine de tuercas como “Bullit” de Peter Yates y “Vanishing Point” de Richard C. Sarafian, el punto más alto son las impecables persecuciones que aprovechan al máximo el apartado técnico (la edición de sonido y la musicalización sobresalen del resto) para transmitir esa adrenalina que producen la velocidad y el peligro tras el volante.
Apoyándose también en un par de personajes cómicos y una historia romántica entre los personajes de Aaron Paul y la bella Imogen Poots, “Need for Speed” no deja de ser una vertiginosa y entretenida road movie con los autos más veloces que el cine haya visto.