¿Valió la pena?
Sobre el final de la película, un personaje pregunta de manera retórica, “¿Valió la pena todo esto?” ante una carrera callejera cuyo derrotero en términos monetarios parece haber sido un despilfarro. La pregunta queda picando, pero no tanto para el personaje al que va dirigida, sino para todos nosotros como espectadores, a punto de terminar estos 130 minutos de persecuciones, choques y motores rugientes.
Need for Speed tiene una ventaja prácticamente única: entrega lo que promete. Desde el punto de vista comercial, se trata de un filme que fue concebido pensando en un tipo de espectador específico, el fanático de los automóviles, las carreras y la velocidad. Y ese público, el que vibra con tan solo mirar una carrocería y se emociona al escuchar el ruido de los escapes, difícilmente salga decepcionado luego de más de dos horas que transcurren casi completas al volante de sorprendentes bólidos. A menos que al espectador le interese un poco el relato que sirve como excusa para este largometraje.
La primera mancha de Need for Speed aparece en su propia concepción: se trata de la adaptación a la gran pantalla de una franquicia de videojuegos que en 20 años de lanzamientos jamás tuvo un personaje ni algo ni siquiera similar a un argumento o una historia que contar. Cada vez más los videojuegos proponen historias complejas y muchas veces guionistas y actores de Hollywood colaboran con esta industria. No es el caso de Need for Speed, en donde lo único que importó siempre fueron los autos y las carreras.