Born to run
El popular Need for Speed se suma a las decenas de adaptaciones de videojuegos que ha hecho Hollywood en los últimos 10 años. El ignoto Scott Waugh, que tiene como único antecedente Acto de Valor (Act of Valor, 2012), se encargó de dirigir la traslación haciendo una interesante mixtura entre las clásicas roadmovies de acción y el espíritu del videojuego creado por Electronic Arts.
Tobey Marshall (Aaron Paul, a.k.a Jesse Pinkman de Breaking Bad) es un eximio corredor de carreras callejeras que se encuentra con algunos problemas económicos para subsistir. La posible salvación llega de la mano de un viejo enemigo: Dino Brewster (Dominic Cooper), quien le ofrece restaurar un ¿extinguido? y valioso auto a cambio de una suculenta suma de dinero. Dino y Tobey se cruzaron en las calles de su pueblo cuando eran jóvenes pero el muchacho de nombre de origen italiano logró consagrarse en el mundo profesional de las carreras de autos, mientras que el bueno de Tobey quedó varado en el taller de su difunto padre junto a un grupo de amigos.
Hasta ahí todo viene bien de manual: chico de clase media baja con valores que es “tentado” a salvar su negocio por el muchacho rico y exitoso que le robó su gran amor de la infancia. Todos saben que ese arreglo va a salir mal pero las deudas hay que pagarlas. Se nota demasiado rencor en la mirada de ambos y el continuo juego de “quién la tiene más grande” dejaba entrever que algo malo iba a pasar. Y algo malo pasó, pero no lo voy a contar. Sólo voy a decir que Tobey termina preso por un crimen que no cometió y luego de dos años tras las rejas sale dispuesto a vengarse de Dino. Una misteriosa carrera será la excusa para cobrarse lo que le quitaron.
Y Need for Speed seguirá transitando la ruta de los lugares comunes pero hay en ella un espíritu de sinceridad que la hace querible.
La película en ningún momento pretende salir de ese destino. No toma riesgos. Va por donde se siente segura. No pega volantazos, aunque por momentos hay varios giros dramáticos que resultan un poco impostados. Need for Speed sólo quiere circular bajo el sol y convertirse en un entretenimiento pasatista con la lealtad como principal vehículo. Y es esa demostrada seguridad para andar la carretera deseada la que termina por hacerla disfrutable de principio a fin.
Si bien no encontraremos en este film los aires de incorrección política, violencia y soltura que tenían Vanishing Point, Bullit o la fallida pero entrañable Death Proof dirigida por Quentin Tarantino, sí encontraremos en Need for Speed varias suculentas secuencias de acción que por su sentible y realista puesta en escena apuntan a recordar las mencionadas películas. Lo mejor con esta adaptación es subirse al auto y dejarse llevar, porque como dijo el inmenso Bruce Springsteen en Born to Run y también un hermosamente desatado Michael Keaton en un pasaje de la cinta los vagabundos como nosotros hemos nacido para correr.