Néstor Kirchner fue un hombre que asumió la presidencia de su país convencido que no iba a ser un mandatario más. Arribó a un cargo bastardeado, menoscabado, degradado por nombres que a lo largo de la historia democrática contemporánea y aún apoyados por grandes caudales de votos, no se destacaron por el atrevimiento, el altruismo y la grandeza y sí por la claudicación, la indolencia y la avaricia. Hubo excepciones a la regla, nombres ilustres que
alcanzaron a edificar, entre obstáculos irreductibles y enemigos insaciables, precedentes relevantes sobre los que Kirchner se alineó, aprovechando un momento propicio para llevar adelante políticas restauradoras y reivindicativas. Se entregó en cuerpo y alma a producir pura y transformadora gestión gubernamental, generando cambios sustanciales que quizás le hayan costado la vida. La cineasta Paula de Luque habla básica y precisamente de todo eso, aún usando palabras ajenas e imágenes prestadas. Con un espíritu militante y el nervio testimonial que hacía falta, Néstor Kirchner, la película contiene y expande la epopeya de un estadista esencial del segmento más reciente de la política nacional.
Apelando a un formato y una modalidad expresiva alejada de su filmografía previa -aún de un film claramente político como su opus anterior Juan y Eva-, esta obra documental canaliza un poderoso caudal de imágenes alusivas con una impronta sobria y reflexiva, que se permite transgredir algunos preceptos del género y revalorizar otros. Con una cambiante y multigenérica trayectoria detrás, De Luque construye una pieza que, recorriendo postulados esenciales del discurso kirchnerista (como el resonante No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada) incluye toques poéticos y evocativos. Dentro de los momentos íntimos y desconocidos de su entorno familiar, la muerte del ex presidente ocupa una porción ínfima del film, que se realimenta permanentemente con actos de vida y militancia. Faltarán cosas, pero aún así se trata de un tributo cinematográfico fuertemente emotivo, una visión ambiciosa y a la vez austera enmarcada por la indispensable música del gran Santaolalla.