Quisiera que me recuerden
El film se estrena a dos años de la muerte del mandatario y hace un rescate de su vida desde una mirada convencida con el proyecto kirchnerista. Una película política.
Néstor Kirchner murió el 27 de octubre de 2010 y lo que pasó dos días después, cuando miles de personas fueron a despedirlo, para muchos fue una sorpresa, en tanto las expresiones genuinas de dolor del pueblo (no confundir con la "gente"), daban cuenta de la magnitud de su figura. Y fue en ese momento trágico cuando se empezó a gestar Néstor Kirchner, la película.
El film de Paula de Luque se estrena a dos años de la muerte del ex primer mandatario y si bien el tiempo acotado entre la tragedia y el documental no tiene la necesaria distancia histórica, el film se trata de otra cosa. Porque la película es la mirada de una directora convencida de la transformación del país que comenzó en 2003, cuando la Argentina transitaba una crisis que parecía terminal, definitiva.
Y si De Luque (Juan y Eva, El vestido) traza una elegía sobre Kirchner, un homenaje, un registro de sus convicciones, emociones, de su propio lugar como cineasta frente al proceso histórico que protagonizó el ex presidente, cada momento reflejado en la pantalla es una declaración honesta de la intención del relato, tan cariñosa como respetuosa de esa figura desgarbada que llegó al poder dispuesta a cambiar el rumbo de la historia.
Ahora bien, cientos de veces, en este curioso oficio, este cronista le pidió honestidad a diferentes películas, a realizadores que hicieron del cálculo una metodología. Pues bien, el film de De Luque es transparente en contar lo que quiso contar, por lo que como periodista y crítico se impone dejar en claro desde qué lugar se escribe este texto.
En un momento donde la polarización se traslada a cada uno de los rincones de la vida cotidiana, donde el modelo kirchnerista se enfrenta al mayor y más formidable poder económico, mediático y cultural de la historia argentina, para dejarlo absolutamente claro, este cronista se ubica de este lado. El de los buenos.
Entonces, delimitadas claramente las responsabilidades y las posiciones, hay que decir que las decisiones formales que la realizadora tomó para plasmar la película se asientan principalmente en tres ejes. Por un lado, a varias personas, seres anónimos que fueron rozados por Kirchner y cambiaron su vida para siempre, por el otro, el material de archivo (audios, videos y fotos inéditas que incluyen el período cuando Kirchner fue intendente de Río Gallegos y luego gobernador de Santa Cruz). Y por último, los testimonios de su madre, María Juana, sus hermanas, Alicia y María Cristina, y el relato que hace su hijo Máximo sobre su padre.
Con estos materiales De Luque traza el itinerario de una vida desde la admiración y el sentimiento, le escapa al esperable tono épico y hace una puesta que no renuncia a los hitos de la gestión de Kirchner –la cumbre donde se plantó frente al ALCA, la decisión de hacerle frente al FMI, el histórico "Proceda" cuando hizo descolgar los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y de Roberto Bignone del Colegio Militar–, pero además, da cuenta del amor entre Néstor y Cristina y en ambos, como emergentes de una generación que entendió que la política era el único instrumento para cambiar el estado de las cosas.
Néstor Kirchner, la película no es aséptica, nadie lo esperaba, es una película política (todas lo son, claro) y su mayor virtud es que tiene conciencia del lugar desde donde habla, un espacio de convicción y honestidad.