El cronista se ve obligado a decir que este comentario no pretende ser ideológico o partidario (signo de estos tiempos, donde se condena moralmente de acuerdo con lo que uno piense). Afiliado al partido del cine, le resulta imposible hablar de este estreno como si realmente fuera una película. No lo es: se trata de una larguísima publicidad de campaña sin el más mínimo valor cinematográfico, y que, más allá de la manipulación de la verdad (hasta los documentales son construcciones), aburre inmediatamente.