“Tenía 24 años y andaba con la mochila por el mundo”. Para Nicolás Avruj, la idea de documentar su vida deriva en que su film comience como un diario de viaje cuando allá por el 2000 se va de vacaciones a Israel para visitar a su primo. Pero cuando llega a aquella tierra otra realidad comienza a exponerse ante sus ojos, y su película se termina convirtiendo en algo más interesante y complejo.
Nicolás sabe quién es, de dónde proviene, cuáles son sus creencias e ideales (de familia de larga tradición judía e ideales progresistas). Cuando viaja a Israel pretende además de vacacionar y ver a su primo, también conocer parte de su herencia. Lo que no sabía aún y descubre al cruzar de Jerusalén a Gaza y Cisjordania, es que las cosas no estaban fáciles entre los palestinos y los israelitas.
Desde adentro, a veces sin exponerse como quien es realmente no por vergüenza sino por miedo, Avruj retrata un conflicto en pleno apogeo, cuando comienza la Segunda Intifada (septiembre 2000) a través de sus ojos, de los ojos de un joven que se encuentra de viaje, recibe la hospitalidad de israelitas, luego de palestinos, pero entonces se da cuenta de que la gente de allí nunca cruza fronteras.
Cuando comienza a indagar la gente en general se abre ante su cámara y dan sus opiniones, a veces extremistas, sobre el conflicto. Avruj le da lugar a ambos bandos, no toma posición. Pero entonces, ya de regreso, analiza y reflexiona y es ahí cuando decide hacer esta película, que le toma unos quince años.
Gracias a esta toma de distancia y a la mano de Andrea Kleinman en la edición, Avruj imprime su película de la mezcla perfecta entre documental socio-político sobre el complejo conflicto, y un viaje y descubrimiento personal que viene de la mano del primero.
Intimista, pequeño, y honesto, NEY no impone reflexiones ni posturas pero sí expone con impresionante cercanía un conflicto todavía difícil de comprender.