Ambiciosa historia coral con discretas actuaciones
Centrada en la aparición del movimiento feminista
Esta coproducción argentino-española dirgida por la catalana Laura Mañá reconstruye una época de nuestro país (fines del siglo XIX), una incipiente tendencia sociopolítica (la irrupción del feminismo dentro del movimiento anarquista) y una historia puntual (la de la pionera Virgina Bolten) que resultaban en principio más que interesantes. Sin embargo, el resultado final, más allá de ciertos hallazgos y de su digno acabado formal, no está a la altura de semejante empresa ni mucho menos de las múltiples posibilidades que permitía en términos de narración cinematográfica.
Más allá de la importancia, potencia e implicancia de los hechos que el film aborda (desde las luchas gremiales impulsadas en las hilanderías por las trabajadoras incluso frente a una represión persistente y coordinada por parte de los grupos de poder hasta los esfuerzos casi heroicos para la publicación clandestina de La voz de la M ujer, primer periódico anarco-feminista entre 1896 y 1897), el film dilapida buena parte de su potencial en escenas obvias y subrayadas, en contradicciones más bien torpes y en diálogos demasiado explícitos y didácticos que limitan la fluidez del relato y la conexión emocional del espectador con las vivencias de los personajes.
El guión de esta historia de ambiciosa estructura coral (el protagonismo está muy repartido), que fue escrito a cuatro manos por Esther Goris (impulsora del proyecto) y Graciela Maglie, vincula varios personajes de los más diversos orígenes y pertenencias sociales: desde la apuntada luchadora libertaria Virgina Bolten (Eugenia Tobal) hasta la distinguida y exitosa cantante de ópera Lucía Boldoni (Goris), que termina abrazando la lucha de las trabajadoras, pasando por empresarios, senadores y militares que intentan sostener a sangre y fuego el statu quo frente a la creciente amenaza de "las bandas de ácratas y locas" (así las definen).
El film tiene algunas observaciones interesantes (como el machismo reinante en aquellos tiempos, que no distinguía clases sociales ni ideologías políticas) y propone una reconstrucción de época modesta pero digna. El principal problema pasa por las interpretaciones (carentes de la enjundia necesaria o, por el contrario, demasiado cerca de la afectación y la sobreactuación), que en muchos casos deben lidiar con diálogos demasiado solemnes, estructurados y no del todo creíbles. Tampoco crece el relato cuando se sumerge en el tortuoso melodrama romántico (la relación entre Goris y Daniel Fanego).
Así, Ni Dios ni patrón ni marido, con sus alegorías y sus inevitables paralelismos con la actualidad, se queda muchas veces en viñetas aisladas (algunas más lucidas y logradas que otras), en meros esbozos de un retrato social que no logra trascender el trazo grueso.