Contra el autoritarismo
La historia de las mujeres anarquistas.
De gran despliegue de producción, este filme realizado con capitales argentinos y españoles en la provincia de San Luis sorprende por su opulencia: de elenco, arte, vestuario, reconstrucción de época y varios etcéteras. Ya la lista de actores que integran el elenco da la sensación de tratarse de una película de presupuesto importante: Eugenia Tobal, Jorge Marrale, Esther Goris, Laura Novoa, Daniel Fanego, Joaquín Furriel, María Alche, Alejandra Darín y, en su última participación en cine, Ulises Dumont. Todos dirigidos por la española Laura Mañá.
Ni Dios, ni patrón, ni marido cuenta dos historias. Por un lado es la épica trama de la vida de Virginia Bolten (Tobal), una militante anarquista y feminista de fines del siglo XIX que llegó a Buenos Aires y trató de concientizar a las mujeres de una fábrica que eran explotadas por su dueño (Marrale).
Por otro lado, el filme cuenta la historia de Lucía Boldoni (Goris, también guionista e impulsora del proyecto), una cantante lírica famosa a quien las circunstancias irán reuniendo con el grupo de mujeres militantes que empiezan a llamar la atención del poder.
Bolten y el resto de las obreras que se suman a su lucha intentarán ponerle límites a su patrón (los abusos no son sólo laborales, sino también físicos) y se encontrarán con la dificultad de que sus exigencias no son atendidas, no sólo por las demandas específicas, sino por que su condición femenina casi les impide ser tomadas en cuenta. A Bolten se la recuerda por ser la fundadora de La Voz de la Mujer , periódico anarco/feminista publicado entre 1896 y 1897, y que fue el que logró que estas mujeres fueran escuchadas y, también por eso, perseguidas y atormentadas.
El filme de Mañá, lamentablemente, no parece tener mucho más vuelo que una cuidada telenovela de época, políticamente crítica, pero no por eso estética ni narrativamente diferente. Es curioso como el cine genera productos que, desde lo discursivo (la línea política que se baja) se proponen progresistas y críticos, pero desde lo cinematográfico se presentan conservadores, tradicionalistas y hasta rancios. Como si un cambio de paradigma ideológico no pudiera extenderse a la puesta en escena. De hecho, lo más crudo del filme es su título, que parece remitir a un filme maoísta de los ’70.
La película se sigue de una manera bastante mecánica y con toda la previsibilidad del caso, con actores que no parecen estar bien contenidos desde la dirección (o que fueron impulsados a un tono exaltado) y con un drama que nunca cobra vida. Lo más valioso del filme será que da a conocer la obra y la experiencia de este grupo de mujeres que combatieron tremendas injusticias más de un siglo atrás. Injusticias (laborales y sexuales) que hoy, aunque en menor medida, parecen seguir vigentes.