Ni patrón, ni marido, ni dirección
En Ni dios, ni patrón, ni marido (2009) los códigos cinematográficos aparecen desaprovechados. Esto es notorio en la actuación, en los tiempos, en los diálogos, en el montaje. La película de la directora española Laura Maña tiene la gran ventaja de poseer un elenco de figuras convocantes como Daniel Fanego, Laura Novoa o Jorge Marrale. Sin embargo, esto no impide que la película pierda consistencia.
Eugenia Tobal interpreta a la anarquista uruguaya Virginia Bolten, quien se convertirá en una activista por los derechos de la mujer en una Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XIX. Esta mujer junto con la ayuda de tres obreras de una fábrica textil serán las iniciadoras del diario “La Voz de la Mujer” que intentará concientizar a todas aquellas trabajadoras y mujeres de todas las clases sociales sobre el sometimiento y la explotación de género. Esta acción revolucionaria será la causante de los problemas con la policía, con los propietarios de la fábrica y con el género masculino en general.
Por otro lado, la película abre otra historia, la de Lucía Boldoni, el personaje de Esther Goris, una cantante de ópera, novia de un senador interpretado por Daniel Fanego y pretendida por Federico (Joaquín Furriel) el joven sobrino del jefe de la fábrica textil. Este triángulo amoroso y el paulatino interés de Lucía por la causa de las obreras siendo ella parte de un mundo burgués será uno de los conflictos que desarrollará el film. Esta línea argumental gana protagonismo por sobre la de Virginia así como también en escenas, muchas de ella ciertamente de más y para lucimiento personal de la actriz Esther Goris.
Dado que el film intenta dar cuenta de hechos reales, a través de escenas a veces forzadas y de extrema irrealidad, se pretende mostrar qué es la explotación y el abuso sobre las mujeres. La proclama política de Virginia está explicitada en más de una oportunidad con extrema solemnidad para que a nadie se le escape la importancia de dichas ideas. Los diálogos de los senadores y demás políticos discutiendo sobre las bondades de la guerra están recreados de modo tan artificial como aquellas que pretenden aportarle al film cierto costado melodramático.
La idea de llegar al público con la historia de esta activista política es interesante pues la vida y la lucha de ella lo fueron. Si de estos hechos la directora considera posibles nuevos planteos acordes a los expuestos, doblemente interesantes. Pero el cómo hacerlos interesantes es un problema únicamente cinematográfico y aquí esta la falla de Ni dios, ni patrón, ni marido. El recrear una época a través de la puesta en escena no es un mérito en sí mismo y esto parece confundir a la directora. Esto termina por debilitar un tema que tenía contundencia argumental.