La comedia romántica está de vuelta. Ya no es la misma que fue furor en los 90, pero en los últimos años recuperó el interés de realizadores y público, como lo demuestra la miríada de películas del género que Netflix está produciendo, a un ritmo casi frenético y con resultados muy desparejos. Mucho mejores aún son los ejemplos del cine independiente que propusieron nuevas formas para la fórmula. Pero Ni en tus sueños es otra cosa; es la película que demuestra que la comedia romántica tiene el potencial para recuperar su lugar en el cine de estudios, con grandes estrellas y apuntando a un público masivo.
Con la autoconciencia sobre el género necesaria para revisitarlo en esta época, los guionistas Dan Sterling y Liz Hannah y el director, Jonathan Levine, recorren cada uno de sus pasos obligados, pero dándole ingeniosas vueltas de tuerca. Resulta muy exitoso este matrimonio de la comedia "zarpada", con toques a lo Apatow y el romanticismo de ciertos referentes del género de los 90 (desde Mujer bonita y Mi querido presidente hasta Notting Hill).
La película acierta en lo que muchas otras del género han fallado en estos tiempos de cinismo: provocar emoción genuina, disfrute absoluto y carcajadas en voz alta. El logro es la suma de una puesta en escena lujosa, pensada para la pantalla grande, un guion inteligente y un elenco en perfecta sintonía.
Charlize Theron reafirma su talento haciendo de su personaje, la secretaria de Estado con ambiciones presidenciales, un ser humano y no un prototipo con un par de características simpáticas. Su interpretación es impecable, incluso salvando algunas escenas de trazo más grueso. A su lado, Rogen resulta un personaje menos complejo, pero explota su carisma como galán inesperado, encarnando a un periodista al que la candidata contrata para trabajar en sus discursos.
Los personajes secundarios son perfectos en construcción y actuación, desde la brillante June Diane Raphael y O'Shea Jackson, en una variación de los roles de aliados de los protagonistas, hasta Bob Odenkirk, haciendo de un presidente actor, y Alexander Skårsgard, como un sustituto de Justin Trudeau.
Las referencias explícitas a la cultura pop de los 90 emocionarán a quienes crecieron en esa década (¡ Beverly Hills 90210! ¡ Boyz II Men!). Pero no es necesario tener una conexión nostálgica con esos años para que una escena de baile lento al ritmo de Roxette le recuerde que la magia de la comedia romántica aún es posible.