Una dupla para votar
La nueva comedia de Jonathan Levine (50/50, The Night Before) reúne al director con Seth Rogen en un rol protagónico, quien se pone en la piel del periodista Fred Flarsky. Acompañado por Charlize Theron como Charlotte Field, la mujer por quien alguna vez estuvo perdidamente enamorado en su adolescencia y ahora es una importante candidata a la presidencia de los Estados Unidos, la comedia romántica pone en conjunto a estos actores tan dispares y logra hacerlos funcionar con los condimentos típicos del género en torno a la política, todo cubierto por el tono característico de humor incorrecto al que suelen tenernos acostumbrados Rogen y compañía.
La historia, de manera simple, se estructura en las diferencias entre el mundo de Charlotte y Fred. Mientras que la primera debe cuidar su imagen para ganar las elecciones en base a un plan para proteger el medioambiente, el segundo es un descuidado periodista sin empleo al renunciar al medio en que trabajaba cuando fue absorbido por el monopolio del magnate Parker Wembley (Andy Serkis). Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Estos dos mundos se unen y entran en mayor contraste cuando Charlotte decide contratar a Fred como encargado de escribir los discursos de su campaña.
La honestidad de las palabras de Fred y las buenas intenciones de Charlotte son el medio a través del cual la pareja protagónica entra en sintonía en más de un sentido. No solo porque el amor comienza a florecer entre ambos, sino porque desde lo actoral hay una gran química que es de lo mejor que tiene el film y de ello nacen los momentos más graciosos. Situaciones que reescriben momentos típicos de las comedias románticas o los thrillers políticos, aquí se encuentran en función de la comicidad. Tal es el caso de Fred y Charlotte bailando It Must Have Been Love de Roxette en contraposición con el baile cliché de tango al ritmo de Por una cabeza entre Charlotte y el primer ministro canadiense James Steward (Alexander Skarsgård); o el momento en que Charlotte debe manejar una situación contra terroristas bajo los efectos del éxtasis.
Si bien dichos momentos brindan algunas de las mejores escenas del film, lo cierto es que el mismo se siente un tanto dispar al variar entre situaciones cómicas poco efectivas o vaivenes innecesarios dentro de una trama demasiado simplista, algo que también se ve afectado y prolongado por su poco más de dos horas de duración. Así, Ni en tus sueños está lejos de ser una gran comedia, pero cumple con lo justo y necesario para brindar una dosis de risas y ligero entretenimiento. El film de Levine sabe muy bien que su fuerte se encuentra únicamente en la dupla protagónica, y tan es así que la interacción de ambos en pantalla es lo que termina siendo lo más provechoso, haciendo que la historia no sea olvidada al instante, dejando consigo el buen recuerdo del carisma de sus protagonistas.