Ni chicha ni limonada.
El relato está ambientado en el surgimiento del conflicto bélico por la soberanía de las Islas Malvinas. El foco narrativo está puesto en Matías, un joven de 17 años, que acaba de terminar el servicio militar obligatorio. Su padre, un músico frustrado devenido oficinista en el puerto de Buenos Aires, pretende que Matías acepte un puesto en la oficina, sin embargo éste tiene planes para irse en una especie de año sabático a España con el objeto de hallar finalmente su destino. La declaración de la guerra trastoca todos los planes.
La narración presenta una serie de materiales potencialmente fructíferos para un conflicto, pero estos no terminan nunca por decantar y desarrollarse de un modo orgánico.
El grupo de pares
Los amigos de Matías en sí mismos no constituyen un conflicto hasta que aparece el tema de Malvinas, por lo cual oscila por ser un mero contexto de lugar donde colocar al Matías joven, cuando no está con su familia. El grupo carece de una intimidad afectiva, por lo cual pareciera haberse constituido el grupo en el servicio militar, y no preexistir a esa experiencia; quizás el amigo desertor sea la única excepción, ya que es el único que comparte el gusto por la música, lo que caracteriza a Matías.
El grupo aparece escenificado en circunstancias disímiles e inorgánicas respecto de la supuesta personalidad de Matías: en la cancha de fútbol y en el campo, realizando actividades de cacería. Matías parece, en cambio, estar en un momento de su vida indefinido, introspectivo, y se lo ve muy obsesivo con la música y el instrumento del bajo. Sin embargo, estos elementos no aparecen vinculados en modo alguno con la condición extrovertida del grupo. El Matías jugador bocaza y pendenciero de la canchita de fútbol; el cazador; el bebedor de whisky; el novio impulsivo de los zaguanes, no parecen armonizar de manera equilibrada en una caracterización verosímil.
Por otra parte, el personaje de la novia está completamente desdibujado y carece de todo sentido narrativo en el film. No aporta especialmente al conflicto, ni permite aclarar la psicología del personaje.
La familia de Matías
El otro campo de conflicto con el que podemos asociar a Matías es su familia, y particularmente, su padre (Rafael Spregelburd). La relación entre Matías y su padre es, de todos los vínculos que el relato propone, el único que presenta una mínima organicidad: ellos son lo mismo. Podríamos aventurarnos y decir incluso que ese padre es el futuro de ese hijo, como el hijo es pasado para el padre. Y ambos en ese presente indefinido en el que ninguno de los dos sabe muy bien qué quieren ser o hacia dónde dirigirse. Matías una sola vez manifiesta su intención expresa de un destino (España), sin embargo, acepta pasivamente dos veces un destino cambiado: como soldado de Malvinas, en un primer momento, y como desertor a un país probablemente limítrofe. Quiere decir que Matías termina resignando también un deseo, como su padre ha resignado su vocación de músico por las obligaciones adultas de un hombre bien parado.
Sin embargo, el relato desaprovecha estos encuentros, estos diálogos, perdiendo el tiempo con otras circunstancias menos interesantes, y con personajes que no presentan ninguna trascendencia en el conflicto: la madre y el abuelo materno. Estos, como la novia, no parecen tener un lugar muy definido en el conflicto que se plantea.
El relato, como su personaje, se queda en esa indefinición: no profundiza el conflicto bélico, ni el conflicto existencial de su protagonista, pero tampoco se interna en los conflictos familiares; Matías va como transcurriendo de una situación a la otra, sin gran capacidad de posicionamiento. El único momento significativo de la historia es la escena final, donde el padre de Matías produce una diferencia en la escena de despedida con su hijo. Ese momento es lo único auténtico y aferrado al sentido en el marco de una trama que no ha podido articular ni madurar sus elementos. No deja de llamarme la atención este comentario que ahora escribo, respecto de una película que se ha esforzado bastante en la ambientación de época. Que su parte más auténtica sea justamente aquella donde prácticamente ha quedado despojada la escena… eso debiera ser profundamente aleccionador.