Llevada adelante por personajes al borde del abismo y capaces de las más insólitos y retorcidos comportamientos –por un puñado de dólares, eso sí-, Ni un hombre más propone una historia policial que a la vez es una comedia de enredos con toques de humor negro. No caben dudas que el guionista y director debutante Martín Salinas ha intentado abarcar variadas facetas expresivas en su debut cinematográfico, como que suele suceder en una primera obra, pero
de todas maneras se las arregló bastante bien hasta el último tramo, en el que no alcanzó a resolver de manera adecuada tantos estímulos que fue proponiendo. Las alternativas de esta pieza cuyo título (que se refiere a una frase menor dentro de la trama) no resulta para nada expositivo del espíritu de la película, crecen y se enriquecen disparatadamente hasta que llegan a un punto muerto en que se anulan mutuamente. Con notoria influencia del cine inglés de humor negro, desde El quinteto de la muerte hasta la reciente Cuatro muertos y ningún entierro, adaptados en este caso a un marco litoraleño, Ni un hombre más sorprende, entretiene y provoca numerosos momentos de grotesca y perversa diversión. El consustanciado elenco es clave para sostener sus logros parciales, entre los que se destacan la siempre brillante Valeria Bertuccelli, el dúctil y ascendente Martín Piroyansky y un Luis Ziembrowski en otro registro.