Ni un hombre más es la tardía ópera prima de Martín Salinas, un cineasta argentino formado en México y que a lo largo de más de 20 años construyó su carrera como guionista. Entre sus créditos se destacan Gaby, una historia verdadera (la película del mexicano Luis Mandoki por la que en 1988 Norma Aleandro obtuvo una nominación a los premios Oscar), Hasta la victoria siempre, Un embrujo, El mar de Lucas y la serie televisiva Tiempo final.
Con esos antecedentes no sorprende que Ni un hombre más se sostenga en un guión estructurado de forma inteligente que le brinda al relato un ritmo constante y le permite el lucimiento a cada uno de los actores que llevan adelante esta oscura comedia coral. En un elenco de actuaciones homogéneas se destacan especialmente Valeria Bertuccelli y Luis Ziembrowski, dos probados comediantes y Martín Piroyansky, el joven actor que desde hace algunos años sobresale como uno de los mejores de su generación.
El filme transcurre en una localidad misionera, en una tranquila hostería en temporada baja. Allí trabaja Charly (Piroyansky) y la paz del lugar se verá alterada cuando haga su entrada una pareja que sufrió un accidente en la ruta mientras transportaba a un secuestrado -que se les murió- y 100 mil dólares. Con el correr del metraje habrá más muerte y negociaciones para quedarse con una parte del botín y se irán sumando a la trama los más diversos personajes y el relato gana en hilaridad.
Ni un hombre más no es una obra maestra, pero es una gran comedia, de las que no abundan en el cine argentino, y una película que, mientras nos hace reír, retrata despiadadamente la ambición desdemedida de muchos mortales.