Al fin una comedia negra
Valeria Bertuccelli y Martín Piroyansky alternan protagonismo en un divertido filme.
No abundan, por desgracia, los títulos en el cine nacional que combinen la comedia y, digamos, el thriller, o la película con uno, dos o más muertos . Y menos como lo hace el director y guionista Martín Salinas en Ni un hombre más , con un protagonismo que va rotando entre Valeria Bertuccelli y Martín Piroyansky. Acá la comedia suele ser comedia, el thriller es un género poco abordado y si hay algún cadáver difícilmente se promueva a la risa.
Los personajes de Bertuccelli y Piroyansky, Karla (“con K”, aclara ella) y Charly se conocen de manera fortuita. Ella y su novio (Juan Minujín) llegan a una suerte de hostería en Misiones que atiende Charly, él ensangrentado, ella un tanto nerviosa. Tienen el primer cadáver en el baúl de un auto con el que chocaron y dejaron abandonado. Y tienen una cajita con 100.000 dólares no del todo bien conseguidos.
La película cuenta con el enorme aporte de Bertuccelli que, como comediante en el cine nacional, a estas alturas pareciera no tener quién la iguale. Es rápida para la respuesta supuestamente improvisada, sabe manejar su cuerpo y no sólo sus gestos en el humor más físico, cambiar el tono en un mismo parlamento y ser natural cuando otra hubiera pisado el palito del grotesco. Bertuccelli, no.
Es que el humor negro tampoco es moneda corriente por estos lares, y ella se mueve con llamativa comodidad.
Lo mismo sucede con Piroyansky, que se suelta del papel del joven-atribulado-en-circunstancias- inesperadas en el que lo encapsularon ya suficientes veces. Charly tiene más oportunidades de cambiar a lo largo de la proyección ante los ojos del espectador, porque el guión le da cimbronazos desde que empieza hasta que termina.
Salinas se apoyó en un elenco dúctil -Luis Ziembrowsky, el mencionado Minujín, Emme- y aunque las acciones suceden casi siempre dentro de cuatro paredes, cuando es necesario airear las situaciones sabe cómo explotarlas.
En síntesis, la sensación que perdura luego de ver Ni un hombre más -que no es un manifiesto feminista ni mucho menos- es la de haber pasado un rato agradable, escuchando retruécanos desopilantes y con buenas actuaciones. La comparación entre las relaciones humanas y las iguanas macho y hembra podrían estar o no, obviando un relato en off que genera expectativa y nada más.