Un plato ligero y bastante sabroso
Tendrá sus puntos flojos y antojos en el uso del tiempo (por ejemplo, ¿cuánto tarda en hacerse un guiso de iguana?), pero entretiene sin pausa esta comedia de enredos con sucesivos muertos y cambios de bando, según cada cómplice ubique su fugaz conveniencia. En una casona vieja perdida en la selva, cerca de la Triple Frontera, hay 100.000 dólares en juego, verdes, nuevitos. El único problema es el cepo cambiario: hay que cambiar un muerto de lugar. Y otro. Que quizá no sea el último. La acción transcurre mayormente en una hostería atendida por el conserje cocinero. A su cocina se agregan, sucesivamente, una pareja de maleantes con el plan perfecto levemente arruinado, una pareja de supuestos turistas con un secreto familiar que quieren revelar en lo que para ellos sería la noche esperada, un guardaparques a la espera de la mujer ideal, perseguido por su mujer real, un camionero, dos policías, una mujer de armas llevar que se quiere llevar la plata, dos monjas, y al final de los apenas 85 minutos todavía hay más gente invitada. Ah, también hay varios bichitos, gentileza del Parque Ecológico El Puma y de un reptilario posadeño (como es sabido, las iguanas integran el género de los reptiles).
Todo eso va sazonado con réplicas y contrarréplicas que quedan repicando, arreglos y desarreglos de porcentaje, explicaciones zoológicas sobre el comportamiento amoroso de las especies humana y animal, explicaciones gastronómicas aplicadas al pobre animal, y explicaciones bestiales sobre el uso de una escopeta que cambia varias veces de mano. El plato resultante es singular, ligero, y digamos que sabroso, a lo que contribuyen debidamente sus intérpretes, encabezados por Martin Piroyansky en nuevo rol, Valeria Bertuccelli, Luis Ziembrowski hablando guaraní, la rubia Patrizia Camponovo y Germán de Silva (única observación: en la comedia dicen que la carne de iguana se confunde con la de pollo, pero conocedores insisten en que tiene más sabor a pato).
Autor, Martín Salinas, que se gana la vida siguiendo el desarrollo de proyectos para empresas de México y EE.UU., y tiene sus laureles como guionista de «Nicotina», varios capítulos de «Tiempo final», y otros trabajos, y como autor del sugestivo corto «Bajo un cielo azul», uno de los pocos buenos de «Historias breves 7». La comedia que ahora vemos es su primer largo como director (título de rodaje: «Guiso de iguana»).