Lo que quedó del sueño nicaragüense
Roberto Persano y Santiago Nacif presentaron hace tres años, junto a Andrés Martínez, un buen documental llamado «El Almafuerte», sobre un taller donde, dolorosa pero también luminosamente, el director y el personal hacen lo que pueden, y los jóvenes internos se muestran agradecidos. Para quien no lo recuerde, el Almafuerte es un Instituto de Menores de Máxima Seguridad.
Ahora ambos autores, con Martínez como productor, dan un salto cualitativo, y brindan un relato más amplio, sobre una experiencia donde gente bienintencionada hizo lo que pudo, y agradece haber tenido la oportunidad de intentarlo. Puede ser casual, pero ambos documentales hablan sobre dos singulares intentos de mejorar las personas y la sociedad.
El documental que ahora vemos es más exigente porque implica mayores búsquedas, transita lugares aquí y en Centroamérica, rastrea archivos, combina testimonios diversos, abarca varios años de Historia y de historias. Y ya se sabe lo que dice el refrán acerca de quien mucho abarca. Aún así, logra su cometido: recoger el testimonio de algunos argentinos que participaron de la experiencia sandinista y evocar su entusiasmo. De nuevo, para quien no lo recuerde, entre 1979-90 la Revolución Sandinista abatió la dictadura de los Somoza, intentó seguir, con mejoras, el modelo socialista cubano, sufrió los embates de una poderosa contrainsurgencia y una fuerte inflación, y resignó su lugar en elecciones democráticas.
Con tantos acontecimientos, cada una de las personas entrevistadas podría dar para una película. Interesa, por ejemplo, la doctora Felisa Lemos, epidemióloga de vasta experiencia en los esteros del Iberá, que allá impulsó los centros de salud pública en zonas rurales y en 1991 quedó desolada al ver que el mayor hospital del país había sido transformado en sanatorio privado. O Néstor Napal, economista que trabajó como asesor de cooperativas. O los argenmex Jorge Denti, documentalista, y Nerio Barberis, sonidista, que llegaron durante la guerra y se engancharon con la formidable campaña de alfabetización («que para mí fue mucho más interesante que la guerra», dice Denti). Muy graciosa, por otra parte, lástima que muy breve, la anécdota donde Barberis imita a Liliana Mazure, actual directora del Incaa y entonces autora de un dibujito didáctico, el «compa Clodomiro».
Curiosamente, quienes menos hablan son las dos figuras más comprometidas: el Pampa Ubertalli, entrenador de milicias populares, y Pola Augier, cofundadora del Erp y coordinadora de la policía sandinista. Tales fueron sus cargos, y seguro que también darían para una película, y más de una. Bien logrados el comienzo, con resumen de voces e imágenes de la acción en Nicaragua y la situación en Argentina 1979, y el final en 2009, con la gente volcándose a festejar el 30° aniversario de su revolución. Para entonces Daniel Ortega, líder sandinista, ya había ganado otra vez las elecciones.