RESISTENCIA EN EL DELTA
El documental de Miguel Baratta se adentra en la zona del Delta y se propone como un film que oscila entre la denuncia y la observación. La denuncia de lo que las grandes corporaciones hacen sobre el medio ambiente, avanzando sobre espacios que contaban con una dinámica propia. Y la observación de lo que los habitantes de esas regiones hacen, aquello a lo que se dedican y es su cultura y su modo de vida. La síntesis que logra el director es perfecta: porque si por un lado somos testigos, a través de varios testimonios, de cómo una empresa violentó a los habitantes de ese lugar hasta obligarlos a abandonar lo que era su hábitat histórico, por otro lado vemos a los isleños en su cotidianeidad y desciframos aquello de lo que son despojados, lo que los identifica, que es mucho más que un lugar.
Baratta es honesto en su exposición: no le interesa otro testimonio más que el de los isleños. La representación es a partir de la figura de un fotógrafo que viaja al lugar para retratar a los habitantes y que, en el viaje, escucha las historias y se interioriza sobre el conflicto. Entiende que hay una usurpación a un modo de vida casi ancestral, de generaciones que han habitado ese espacio y que han sido corridas con ese nivel de impunidad que tienen los privados cuando cuentan con la indulgencia del Estado: en el avance de un espacio urbanístico que se montaba en esa zona, hubo quema de casas, presiones varias para que los vecinos se fueran de lugar.
Lo que muestra en última instancia Nido es que la unión de los habitantes del Delta, una unión que igualmente costó y en la que no todos pudieron participar, funcionó como resistencia al avance privado. Una resistencia que tuvo su resultado positivo y logró detener la avanzada de las maquinarias. Una resistencia, también, que parece haber triunfado momentáneamente y que debe mantenerse para no padecer un retroceso. Porque resistir siempre se expresa en un gerundio: hay que seguir resistiendo. Que en definitiva eso también está subterráneamente implícito en el documental, cuando sobrevuela la idea de que esa resistencia pueda ir declinando con el paso del tiempo, porque en definitiva los malos siempre terminan ganando. En todo caso, valen las imágenes que capturan el fotógrafo y la cámara de Baratta como el registro de lo que alguna vez fuimos y, posiblemente, dentro de unos años ya no seamos. Ese valor no es poco.