¿Qué pasa cuando un grupo de personas dicen basta al atropello capitalista que sólo busca sacar rédito económico sin medir sus consecuencias? Algunas respuestas en este documental que, a partir de entrevistas, recupera una lucha por mantener, al menos por el momento, inalterable la naturaleza y el “nido” que habitan.
El Nido de Miguel Baratta. Un documental sobre cómo la ambición desmedida de unos pocos destruye el medioambiente y las vidas, sueños de muchos. Crítica. Se estrena en el Complejo Gaumont este jueves 10 de febrero a las 19,30 hs. en la sala Luisa Bemberg. Enmarcado en lo que se considera Cine Político Miguel Baratta, director, docente y guionista trae una nueva realización denunciando los abusos tan frecuentes que existen sobre los más desposeídos y el inocuo papel del estado. Por Nito Marsiglio. Unos de los temas que está muy en boga mundialmente es todo lo referente sobre el medioambiente y la preservación de los espacios naturales. Aparecen en juego términos como sustentabilidad, calentamiento global, cambio climático, contaminación, etc. El tema ha tomado carácter mundial debido a que por fin la humanidad se está dando cuenta que la tierra es nuestra casa y que las soluciones parciales no sirven. Si tenes todas las habitaciones impecables pero en una juntas toda la mugre indefectiblemente en esa casa habrá olor y alimañas circulando, En Argentina uno de los temas que tomó carácter de agenda política es el de los humedales del Delta. En estos lugares viven isleños desde hace muchos años. Estos asentamientos, que llevan varias generaciones, si bien administrativamente no se ha resuelto el papeleo de escrituración y propiedad. La ley argentina les da derecho por posesión y explotación bajo el concepto de usucapión. Sin embargo, una empresa decide explotar el lugar y planea hacer un proyecto de country. De esta manera comienza una guerra entre los habitantes del lugar y personal de la empresa llegando a veces a situaciones muy violentas. Sumándose toda una cuadrilla de abogados, muy prolijamente vestidos, que llegaban para amedrentar a personas iletradas y estos acompañados de los fusiles de los gendarmes. O sea con el aval de un estado que no estaría protegiendo ni al más débil ni al medioambiente. Ya que este emprendimiento traerá, de acuerdo con expertos en el tema, trastornos ecológicos en el medio. “Nido” de Miguel Baratta es un documental que va reflejando la dura lucha de un grupo de personas, duros trabajadores, que solo desean vivir en ese lugar que aman, donde nacieron y donde vivieron sus ancestros. Un film, con una fotografía notable, que visibiliza de forma a veces desgarradora la indolencia de los ambiciosos y el triste papel que juega el estado.
Registrando el presente de un conflicto pretérito, Nido de Miguel Baratta, documenta los testimonios de los isleños del Delta que hace más de una década vieron amenazado su estilo de vida frente al avance del multimillonario proyecto inmobiliario que prometía traer al Tigre una variación local de Key Biscayne. Anclado en esta circunstancia, traspasa esa meta inicial lanzando una interesante reflexión sobre la propiedad privada al tiempo que evita transformarse en un documental de denuncia directa con matices partidarios. El caso tuvo cierta difusión entre el 2008, cuando se hicieron las primeras denuncias de impacto ambiental producto del dragado de las hidro excavadoras y de las consecuencias que trajo aparejado el levantamiento del nivel de tierra en varios metros. La zona comprende la región que va desde la confluencia del Río Luján y el canal Vinculación y se extiende a la Isla Esperanza. Recién en 2010 se logró detener la obra de Colony Park, pero para aquel entonces, muchas familias de varias generaciones de isleños habían sido desalojados de manera violenta, sin intervención judicial de por medio. Es decir, la logística consistió en quemar las viviendas o desmantelarlas al primer descuido. El punto de inflexión pareció ser la quema del galpón donde estaba ubicada la Cooperativa Esperanza, entidad que nucleaba las actividades comerciales de los isleños que vendían sus productos en el Puerto de Frutos. Muy a grandes rasgos este fue el conflicto económico social que llevó a los habitantes de la zona a estar en la circunstancia actual. Pero Nido no está tan interesada en recurrir al archivo y los documentos para rastrear el origen del conflicto. No pretende hacer una reconstrucción de estos hechos, sino anclar en el presente de las familias de isleños que subsisten en su relación con el hábitat y en una reconfiguración respecto de la idea que ellos mismos tenían y tienen sobre las herramientas necesarias para lograr una resistencia. El documental tiene una fotografía muy cuidada, casi prodigiosa, que acompaña los testimonios al tiempo que crea espacios en blanco -en términos narrativos- pero que resultan fundamentales para hacer del presente existencial de los habitantes, el protagonista principal de la historia. Este parece ser el verdadero objetivo del documental: qué veo aquí hoy. En este sentido, hay que decirlo, la decisión no es fácil y trae, para bien y para mal, consecuencias. Sin establecer un juicio sobre las implicancias que tiene un guión que toma esta senda, tal vez uno de los aspectos que sobresale es la puesta en primer plano de la incoherencia de un sistema económico basado en la propiedad privada. Siempre y cuando se entienda que la arbitrariedad puede resultar un absurdo. Cuando uno tiene la posibilidad de ver cómo nace de la nada la propiedad privada, se torna visible la arbitrariedad del estatuto de propietario. El segundo aspecto que emerge con claridad, y que parcialmente ya se ha dicho, refiere a las herramientas para lograr objetivos de lucha. ¿Qué elementos tengo a disposición para lograr una resistencia al poder económico? Muy pocas y en este caso solo una: la defensa de los humedales. Evidentemente la empatía por una familia que vive en la zona hace décadas no es una opción. Desde ya no le interesaba a Colony Park, pero tampoco a los funcionarios a cargo de entidades como el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible, el Honorable Consejo Deliberante, la Dirección General de Vías Navegables (dependiente del Ministerio de Infraestructura, Obras y Servicios Públicos de la Nación), Prefectura Naval Argentina entre otros. Resulta llamativo que ninguna de estas entidades, son mencionadas en el documental, salvo el emprendimiento privado Colony Park. Tenemos una disociación entre poder económico y político, disociación que surge por mera omisión. Dicho esto, hay que subrayar que no se trata de documentar bien o mal, se trata de tomar partido y decidir poner el foco en ciertos aspectos y obliterar otros. Pero, sin embargo, la mente del espectador navega y resulta indomable. En definitiva, ninguna película o propuesta –que en este caso sería el registro del presente- puede frenar las preguntas que el otro se hace. Y yo me pregunto a quién le sirve no mencionar a todos los funcionarios que colaboraron con este emprendimiento millonario. NIDO Nido. Argentina, 2021. Dirección: Miguel Baratta. Montaje: Karina Expósito Sonido: Francisco Buduba. Música: Matías Chapiro. Dirección de fotografía: Nahuel Srnec. Producción: Salamancia Cine, Carolina M. Fernández, Jorge Leandro Colás.
El documental de Miguel Baratta se inscribe en la necesidad de defensa del medio ambiente y se basa especialmente en la labor de los integrantes de la cooperativa Isla Esperanza que defiende no solo el lugar donde trabajan, especialmente con el junco, sino todo un modo de vida respetuoso con el entorno natural y con la existencia de los humedales para prevenir inundaciones y otros desastres ecológicos. A través de los testimonios se conoce no solo una manera de vivir tradicional de muchísimas generaciones de pobladores, que vivían de la pesca además, que por carecer de papeles que certificaran la propiedad de sus tierras, fue corridos de sus de sus casas para construir un complejo ambicioso y enorme. Para eso cambiaron el curso de un río y destruyeron lo que se interponían a sus planes, hasta que fueron frenados. Una manera de conocer una realidad que ahora es defendida por especialistas, estudiosos y la ley.
RESISTENCIA EN EL DELTA El documental de Miguel Baratta se adentra en la zona del Delta y se propone como un film que oscila entre la denuncia y la observación. La denuncia de lo que las grandes corporaciones hacen sobre el medio ambiente, avanzando sobre espacios que contaban con una dinámica propia. Y la observación de lo que los habitantes de esas regiones hacen, aquello a lo que se dedican y es su cultura y su modo de vida. La síntesis que logra el director es perfecta: porque si por un lado somos testigos, a través de varios testimonios, de cómo una empresa violentó a los habitantes de ese lugar hasta obligarlos a abandonar lo que era su hábitat histórico, por otro lado vemos a los isleños en su cotidianeidad y desciframos aquello de lo que son despojados, lo que los identifica, que es mucho más que un lugar. Baratta es honesto en su exposición: no le interesa otro testimonio más que el de los isleños. La representación es a partir de la figura de un fotógrafo que viaja al lugar para retratar a los habitantes y que, en el viaje, escucha las historias y se interioriza sobre el conflicto. Entiende que hay una usurpación a un modo de vida casi ancestral, de generaciones que han habitado ese espacio y que han sido corridas con ese nivel de impunidad que tienen los privados cuando cuentan con la indulgencia del Estado: en el avance de un espacio urbanístico que se montaba en esa zona, hubo quema de casas, presiones varias para que los vecinos se fueran de lugar. Lo que muestra en última instancia Nido es que la unión de los habitantes del Delta, una unión que igualmente costó y en la que no todos pudieron participar, funcionó como resistencia al avance privado. Una resistencia que tuvo su resultado positivo y logró detener la avanzada de las maquinarias. Una resistencia, también, que parece haber triunfado momentáneamente y que debe mantenerse para no padecer un retroceso. Porque resistir siempre se expresa en un gerundio: hay que seguir resistiendo. Que en definitiva eso también está subterráneamente implícito en el documental, cuando sobrevuela la idea de que esa resistencia pueda ir declinando con el paso del tiempo, porque en definitiva los malos siempre terminan ganando. En todo caso, valen las imágenes que capturan el fotógrafo y la cámara de Baratta como el registro de lo que alguna vez fuimos y, posiblemente, dentro de unos años ya no seamos. Ese valor no es poco.