Buenas actuaciones, film agrio
Lúgubre de principio a fin, la historia de Nieve negra está cargada de tensiones, secretos inconfesables, violencia y gotas de sangre que más de una vez salpican la superficie blanca y helada del hostil entorno en el que se desarrolla. Su eje es el trabajoso reencuentro de dos hermanos que no saben cómo saldar algunas pesadas cuentas familiares del pasado.
Asistente de dirección de Fabián Bielinsky, Martín Hodara fue hace diez años el encargado de terminar, en sociedad con Ricardo Darín, un policial que Eduardo Mignogna dejó inconcluso (La señal) y ahora debuta como director en solitario con esta película agria y pesimista, que encuentra en las interpretaciones de Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia su mayor fortaleza.
La trama que Hodara desarrolla a fuerza de una exagerada progresión de flashbacks no deja demasiado espacio para que el espectador trabaje: las explicaciones abundan y algunas de ellas lucen forzadas. También es pobre el desarrollo de los secundarios, una falencia que le resta riqueza a la película, sobre todo con profesionales de la solvencia de Federico Luppi y Dolores Fonzi. Sí funcionan muy bien un par de escenas muy intensas (como la exaltada discusión entre el ambiguo personaje de Sbaraglia y su mujer embarazada en medio de una feroz tormenta), que revelan astucia e imaginación para la puesta en escena, y que también hubieran rendido mejor en un contexto propicio, con un trabajo de guión más refinado y menos pedagógico.