Nieve Negra: Secretos (oscuros) de familia.
La familia nunca la elegimos y debemos lidiar con la que nos toca. Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín lo saben bien en esta genial cinta de suspenso.
Acusado de haber matado a su hermano durante la adolescencia, Salvador (Ricardo Darín) vive aislado en el medio de la Patagonia. Tras varias décadas sin verse, su hermano Marcos (Leo Sbaraglia) y la esposa embarazada de éste Laura (Laia Costa), llegan para convencerlo de vender las tierras que comparten por herencia. El cruce, en medio de un paraje solitario e inaccesible, reaviva el duelo dormido donde los roles de víctima y asesino se trastocan una y otra vez.
El primer gran tanque nacional tiene a dos figuras fuertes como lo son Sbaraglia y Darín por primera vez juntos en esta co-producción argentino-española, que ahonda en lo más primitivo del ser humano y que mediante el suspenso logra crear un clima de encierro paradojicamente en un paisaje tan amplio como lo son las cumbres nevadas de la Patagonia argentina.
El film de Martín Hodara nos va recreando el trauma familiar en base a una narración que va y viene en el tiempo a cuenta gotas, y se mueve entre el pasado y presente, revelándonos de a poco la verdadera causa de la soledad de Salvador y varias actitudes, tanto de su hermano como del amigo del padre de familia fallecido, un Federico Luppi que vuelve a interpretar un personaje a su medida.
Hodara nos va dando pistas, como si de un rompecabezas se tratase, manteniendo la tensión durante el transcurso de la historia, que por momentos se vuelve lenta (quizás en el primer acto) pero que se va desenvolviendo como el paño de una obra de arte trágica en el que nada es lo que parece; en donde los personajes ocultan más de lo que muestran, cual juego de póker siniestro. Todo esto, con una fotografía asfixiante e impecable a cargo de Arnau Valls Colomer en el que se ve la influencia de obras como The Thing (1982) de John Carpenter, donde la nieve y el paraje desolado ejercen la opresión de un personaje más.
Tanto Sbaraglia como Laia Costa están soberbios en sus personajes; uno como un hombre con varias dudas y una personalidad reprimida, y la otra como una mujer decidida, fuerte y con un costado misterioso. Quizás un poco desaprovechados Federico Luppi y Dolores Fonzi, pero determinantes como peones en este juego de ajedrez en el que Ricardo Darín es el verdadero rey, en la piel de Salvador, un tipo hosco, mal hablado, del que nunca se está seguro que oculta tras sus pocas palabras y mirada desconfiada. Un cambio radical en la carrera del gran actor argentino que sorprende tanto como enaltece su carrera aún más.
Nieve Negra es una película para saborearla más de una ocasión, recorrer todas sus aristas y sorprenderse una y otra vez. Un juego de paciencia en el que no hay ganadores, solamente perdedores, tragedias griegas y personajes ambiguos como nunca vistos en el cine argentino. Una muestra más del crecimiento en calidad del cine de género local.