Un thriller que te llevará a lo más oscuro de una familia que guarda muchos secretos.
Nieve Negra te mete en un historia fría, oscura, como esa nieve que permanentemente rellena la pantalla.
El frío y el viento se sienten en los huesos, Nieve Negra te mete y te hace testigo de una historia familiar morbosa.
La fotografía, la ambientación y los paisajes son sublimes. Logran que el clima traspase la pantalla y como espectador podamos sentir el viento fuerte del sur (ese aire frío que hace doler los oídos) y la nieve humedeciendo nuestros pies.
Leonardo Sbaraglia (Marcos) y Laia Costa (Laura) componen una pareja que viene de España para arreglar unos temas familiares del personaje de Sbaraglia. Él argentino, ella española. Ambos con una actuación maravillosa. Laura va descubriendo y adentrándose en la historia familiar de su marido; ella es la más cercana a nosotros, al espectador, que poco sabe y con el correr del metraje irá revelando.
Marcos llega a Argentina por el fallecimiento de su padre, debe convencer a su hermano Salvador (Ricardo Darín) de vender la casa de la familia, y dejar un cuidado para su hermana Sabrina (Dolores Fonzi, quien tiene un breve papel en la película) que está internada en un psiquiátrico.
Ricardo Darín, es Salvador, un tipo ermitaño, que caza para comer. Majestuosa interpretación de Darín, que nunca deja de sorprender. Con una mirada, silencios y gestos dice todo y nos deja boquiabiertos.
El relato por momentos es lento, pero está ingeniosamente contado mezclando tiempo y espacio. Personajes que encuadran en una misma toma pero no están juntos, los separan años y situaciones, pero juegan en la misma cancha.
Nieve Negra es incómoda, como caminar por la nieve y el viento, te deja con molestia, con desazón. Se trata de lo que está guardado bajo siete llaves, secretos familiares que son escabrosos, relaciones difíciles. Revuelve, inquieta. Un film para ver y volver a ver.