Desde que el cine argentino emprendió un camino fructuoso hacia su industrialización, digamos a fines del siglo pasado, las historias de género han estado siempre a mano de los realizadores para convocar al público amplio a las salas.
La promesa de buen clima de suspenso, siempre es un gancho para atraer espectadores; y Martón Hodara lo sabe.
Asistente de dirección de Fabián Bielinsky, y co-director junto a Ricardo Darín de La Señal, aquel policial noïr que Eduardo Mignona nunca pudo concretar; Hodara debuta en el largometraje en solitario con Nieve Negra; propuesta que en los papeles se presentaba como un cargado thriller de suspenso, hecho y derecho, de esos que nos mantienen aferrado a las butacas. Dicen que, del dicho al hecho, hay un largo trecho.
Los entuertos en familias disfuncionales son un recurso tan clásico como atractivo. Marcos y Laura (Leonardo Sbaraglia y Laia Costa) regresan de España debido al fallecimiento del padre del primero.
Más que el dolor, pareciera que los que los trae, es la posibilidad del cobro de una herencia que se hará efectiva cuando puedan valer unos valiosos terrenos en donde se encuentra la cabaña patagónica en la que vivía Marcos de pequeño junto a su pare y sus tres hermanos.
El abogado compuesto por Federico Luppi ya tiene armada toda la estrategia (posiblemente no muy legal) para que Marcos cobre su parte… y algo más. Pero hay un solo inconveniente; en la cabaña vive Salvador (Ricardo Darín), el hermano mayor; a quien deberán convencer de vender el terreno.
El guion de Hodara y Leonel D’Agostino (Puerta de Hierro, A través de tus ojos) no tarda demasiado en ubicar a los tres personajes en ese paraje solitario, muy propicio para crear el clima de tensión buscado. Se sabe que hay un trasfondo familiar muy oscuro, y obviamente, en esos días, todo saldrá a la luz.
Nieve Negra claramente cuenta con todos los elementos para ser un gran thriller; buena premisa, buena locación; y una producción cuantiosa que permite un despliegue técnico que terminará siendo lo mejor de la propuesta. Esa casa y ese bosque permanentemente nevado, presentados con una fotografía puntillosa y música correcta para el crescendo, no hará más que recordarnos a esa perla que es El Aura; pero probablemente, las comparaciones terminan ahí.
Un buen film de suspenso debe contar con un buen guion para lograr su objetivo, un mecanismo de relojería aceitado en el que todas sus piezas encajen, y que se mantenga en constante movimiento para provocar tensión en cada plano. No es este el caso.
Una vez establecida la premisa, una mente más o menos avispada podrá adivinar todo lo que sucederá a continuación, ni bien pasados diez minutos. Aun pasando por alto el elemento sorpresa, durante el primer tramo, la historia pareciera inclinare más hacia el drama familiar, con silencios y escenas típicas de un drama sobre lazos rotos que deben componerse; promediando su segunda parte, comenzará la tensión prometida.
Los agujeros en su guion son tantos que es imposibles pasarlos por altos, demasiadas circunstancias que no cierran, que se resuelven de un modo apresurado – no por antes de tiempo, sino por no haber logrado una progresión paulatina – o directamente fuera de toda lógica. Ignoremos que, según nuestra legislación, si uno de los herederos quiere vender, se debe vender; aun así, el resto no cierra.
En cuanto al conjunto actoral, si bien los ojos estaban puestos en Darín interpretando un personaje hosco y probablemente villano; las palmas, termina llevándoselas Sbaraglia, en el personaje más contenido y con más capas. Darín pone todo su empeño y talento, pero Salvador sigue sin ser un personaje para él; el carisma natural del actor se despierta hasta en un rol que no debería desplegar ningún tipo de carisma para que se sea creíble; de todos modos,los momentos de duelo actoral serán el plato fuerte del resultado. Costa se mantiene ajena y no aporta a flor de piel quizás la característica que más debió demostrar Laura.
Nieve Negra suma sus partes y no todo parece estar correcto; sin embargo, por la pericia con la que la propuesta es encarada, la solvencia de sus intérpretes, y las intenciones de apostar a más; no podemos hablar de algo completamente fallido, hasta puede resultar convincente para un amplio público que busque un entretenimiento popular. ¿Pudo ser mejor? Una pulida al guion mostraría resultados bien diferentes.