Con un contundente despliegue publicitario y una gran expectativa del público, se estrenó en los cines del país Nieve negra, la millonaria coproducción entre Argentina y España que marca el debut en solitario del realizador Martín Hodara, quien junto a Ricardo Darín antes se había encargado de finalizar el rodaje de La señal, exitoso hito del cine nacional reciente que durante un tiempo quedó varado tras la inesperada muerte de Eduardo Mignona.
Con una experiencia profesional, que también incluye asistencias de dirección en Nueve reinas y El aura, dos emblemáticos films del también fallecido Fabián Bielinsky; las cartas parecían estar dispuestas para una jugada a lo grande. Sin embargo, y a pesar de los años de escritura que el propio Hodara junto al experimentado Leonel D'Agostino, dedicaron al guión de Nieve negra; el resultado final deja la sensación de una propuesta que no alcanza el nivel de sus pretensiones.
Marcos y Laura (Leonardo Sbaraglia y la española Laia Costa) llegan desde España a un desolado paraje de la Patagonia. Laura está embarazada y Marcos quiere cumplir lo más rápidamente posible con dos misiones: enterrar las cenizas de su difunto padre, y negociar con Salvador (Ricardo Darín), su ermitaño hermano que vive aferrado a una cabaña de ese inhóspito lugar, la venta de los terrenos que por herencia les pertenecen; valuados en unos cuantos millones de dólares.
La tensión entre Marcos y Salvador está presente de principio a fin, y alrededor de ellos gravita la trágica muerte del hermano menor de ambos y la deteriorada salud mental de Sabrina (Dolores Fonzi), la hermana internada en una clínica psiquiátrica. El andamiaje narrativo de la película se sostiene alrededor de unos cuantos flashbacks, que remiten a la áspera infancia de los protagonistas, inmersos en una familia signada por la violencia y la mentira.
La factura visual y técnica del Nieve negra es de una innegable excelencia, y esas vueltas temporales al pasado, habitualmente irritantes en varias películas; aquí están integradas de una manera tan virtuosa como fluida. El problema principal radica en que más allá de que el film esté arropado con los ingredientes característicos de un thriller, su matriz tiene mucho más que ver con la de un melodrama familiar. Por lo tanto, a medida que avanza el relato, los condimentos que intentan potenciar el sabor a suspenso; comienzan a lucir cada vez más forzados.
Otro elemento fallido, respecto al hecho de que Nieve negra se publicite como una historia de enfrentamiento entre hermanos, es que más allá de que esa tensión existe; la película adquiere mayor firmeza y definición en la mirada de Laura sobre los conflictos entre Marcos y Salvador. A medida que la trama avanza, el personaje de la actriz española se erige claramente como el más determinante y mejor trazado.
A nivel de atmósfera todo funciona, tanto la dirección de fotografía como la música son sumamente inquietantes. Mientras que los protagonistas centrales, aportan todo lo que tienen a su alcance para darle mayor entidad a sus criaturas y conflictos. Con respecto a los secundarios, hay un descuido inadmisible en la fugaz participación que tiene el personaje que interpreta Dolores Fonzi. De hecho, llama la atención que la actriz, que venía de brillar como protagonista en La patota y se había lucido en un rol de reparto en Truman; haya aceptado un tratamiento tan desdibujado.
El gran maestro del suspenso Alfred Hitchcock decía que el éxito de todo thriller, radica en la adecuada dosificación de la información de los elementos intrigantes de la historia. Y siempre ponía como ejemplo, la imagen de un hombre sentado con un bomba bajo su silla. Sir Hitchcock sostenía que no importaba si el espectador veía el explosivo, sino jugar con una serie de interrogantes que mantengan al público expectante sobre una detonación; que podría resultar tan inminente como evitable.
Nieve negra en cambio, opta por otro tipo de mecanismo muy visitado por el cine de suspenso: reservar la resolución del meollo del asunto a través de una inesperada vuelta de tuerca final. Sin anticipar ni remotamente en qué consiste esa revelación, lo que se puede decir aquí es cuando se apuesta por esa dinámica, se corre el riesgo de que esa "sorpresa de último momento" no alcance para solidificar o potenciar todo lo construido anteriormente. Algo de eso sucede con esta película de Martín Hodara. Porque más allá de la contundente factura profesional del film, dadas sus pretensiones cinematográficas y su promoción como gran thriller, deja cierto sabor a decepción.
Nieve negra / Argentina-España/ 2017 / 87 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Martín Hodara / Con: Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Laia Costa, Federico Luppi y Dolores Fonzi.