La ley primera
Diez años después de su ópera prima, La Señal (2006), en codirección junto a Ricardo Darín, Martín Hodara vuelve a dirigir y escribir un film con excelentes intenciones y aportes al género, pero con algunos altibajos entre la historia que cuenta y cómo la cuenta.
En esta ocasión, Darín encarna a Salvador, un hombre solitario, iracundo, silencioso, quien vive apartado en una casa en las montañas, lejos de cualquier contacto con el mundo, el cual pareciera haberle dado la espalda desde temprana edad.
Tras la muerte de su padre, llegan al pueblo su hermano, Marcos (Leonardo Sbaraglia) acompañado por su mujer Laura (Laia Costa) para intentar convencerlo de que venda la propiedad y así poder repartir una suma millonaria.
Este encuentro dará lugar a un secreto que los hermanos guardan hace tiempo, algo que ha transformado la vida de ambos, que los ha separado y enemistado tiempo atrás y que generará un desenlace inesperado.
Las actuaciones están correctas, la dupla argentina se mueve cómoda con personajes que no exigen un trabajo distinto al que vienen realizando en su exitosa carrera. Tal vez Darín destaque por el resto al interpretar un rol distinto al que nos tiene acostumbrados. La incorporación de la actriz española Costa es de lo más acertado en materia actoral: brinda aire en un guión asfixiante por momentos, pero con algunos baches de coherencia que llevan a no lograr empatizar nunca con la historia e incluso con el desenlace sorpresivo. Completan el elenco Federico Luppi, quien hace un papel que calza justo en él, y Dolores Fonzi como la hermana menor, con muy poco tiempo para poder lucirse.
El recurso del flasback, utilizado para dar cuenta de aquel pasado que condena a los personajes, es un gran acierto; está realizado de manera precisa y sin caer en lo simple. Acompañado por una excelente fotografía, a cargo de Arnau Valls Colomer, y un impecable trabajo de edición, sobresale el aspecto técnico por encima del aspecto narrativo.
Con una música incidental que punza en los momentos de mayor tensión, Nieve Negra (2017) podría ser una exposición empírica de cómo abordar el género de suspenso. Sin embargo, no lograr salir airosa de tal objetivo, ya que existen demasiados pisadas en falso en el tratamiento del argumento, que la vuelven predecible y demasiado lineal.