“Nieve negra”: tenso policial nacional, sin policías
La ambientación es otra virtud de esta lograda intriga de suspenso que dirigió Martín Hodara.
El viento resopla entre los árboles de la montaña. Un lobo, más allá otro, y otros, buscan comida. Están al comienzo y al final de la historia, como un símbolo. El avión lleva cómodamente a un hombre joven, atento a su mujercita embarazada. Apenas llegan, ya los llama un tercero, ansioso por cerrar un gran negocio. El problema es que para cerrarlo deberían abrir las heridas de alguien que conoce bien a los lobos. Y los mantiene a distancia.
He aquí un policial sin policías. Una intriga de suspenso interior. Un drama cuyos secretos se irán develando y confrontando, como para que nunca confiemos del todo en una sola persona. Esta es una historia trágica que quizás haya ocurrido muchas veces en lugares alejados, y seguirá ocurriendo aún cerca de nosotros, pero que acá tiene un remate inesperado. La historia incluye unas cortinas con motivos como sangre que va chorreando, gente que no levanta las persianas, una cabaña en lo alto de la extensa nada (que para unos significa plata, y para otro es un santuario), señales del pasado que han quedado fijas para siempre, como en recordación de algo tan fuerte que nadie quiere mencionar, pero está a punto de salir.
Hay dos hermanos muy distintos y una hermana internada, que cuando chica era algo parecida a la mujercita embarazada. Tan suave, servicial y discreta, esa mujercita. Y tan práctica, por no decir cínica, que puede mostrarse en ocasiones. Como para señalar cuán vivas están ciertas cosas en la cabaña, a veces los personajes se cruzan con ellos mismos cuando eran apenas adolescentes. Cuando pasó aquello que no quieren decir pero les arde.
Por ahí va la historia. Y va creciendo, se va tensando, hasta llegar a la gran sorpresa, las revelaciones finales, y el remate, muy bueno. Elogios para Martín Hodara, director y coguionista con Leonel D' Agostino. Para Ricardo Darín, maestro, con una ductilidad que lo renueva, y Leo Sbaraglia, Laia Costa, Federico Luppi, que en el momento preciso nos alivia el alma, Dolores Fonzi, de brevísima aparición, director de fotografía, cámara, directores de arte, músico, maquilladora, y editor (Carrillo Penovi, el mismo de "El aura"). Y el paisaje de Andorra, que es impresionante.