Los hermanos sean unidos...
Nieve negra cuenta la historia de Salvador (Ricardo Darín), un hombre de pocas palabras que vive aislado en medio de la Patagonia. Su silencio obedece a un hecho trágico sucedido en su juventud que lo alejó del resto de su familia. Sin embargo, el pasado lo encuentra en la figura de su hermano Marcos (Leonardo Sbaraglia), que, luego de la muerte del padre, llega junto a su esposa para tratar la venta de los terrenos que comparten por herencia. El cruce, en medio de ese paraje solitario e inaccesible, reaviva un secreto dormido durante años.
Nieve negra es de esas películas que deberían funcionar como un relojito por la gran dupla protagónica que la conforman, pero no es este el caso. El guion cuenta con demasiados baches en la historia, donde uno se llega a preguntar qué es lo que motiva a estos personajes a llevar adelante sus decisiones. Está clara la trama que se plantea a partir de los flashbacks (de lo más logrado), pero lo que sucede en el presente por momentos poco sentido tiene. Es posible que se haya jugado por lograr a lo largo de la historia un efecto sorpresa, pero se perdió la atención en otros puntos de la trama.
Por parte de los actores debemos decir que están a la altura de la historia. Posiblemente Ricardo Darín sea el más prolijo, sobre todo alejándose de sus papeles más tradicionales y modificando su estética para la ocasión. Leonardo Sbaraglia, Federico Luppi también llevan adelante con soltura sus papeles, y la española Laia Costa es la que logra el mayor destaque. Lo más extraño es la participación de Dolores Fonzi, que posiblemente le podría haber otorgado mayor firmeza a la narrativa si su tiempo en pantalla hubiera sido mayor.
Visualmente es impecable. Una película que se afirma en su dirección de arte y en una complicada iluminación y fotografía a cargo de Arnau Valls Colomer: fue filmada en gran parte en los pirineos Catalanes y el resto en Buenos Aires, donde se realizó una réplica de la cabaña con gigantografías para los fondos y nieve artificial. Y hay un trabajo de edición y montaje sumamente destacado.
Y por el lado de la música, nos encontramos con un gran aporte a la película, con acordes incidentales pasmados en el misterio que va desarrollando la trama.
Nieve negra es ideal para verla sin pretensiones y disfrutar de una historia fuera de las clásicas que podemos encontrar en el cine nacional. No está a la altura de lo mejor que hemos visto el último tiempo, pero va encaminada hacia un género que estamos gustosos de ver más frecuentemente en la pantalla grande del país.