Creeríamos que la decisión por fotografiar a las entrevistadas en tonalidades grisáceas oprime los sentidos de Niña mamá, de Andrea Testa, desde el comienzo de su obra. Pero creyendo esto omitimos un detalle fundamental. Las figuras de estas mujeres ni veinteañeras y ya en proceso de embarazo o de parto, están enmarcadas dentro del plano por puertas o paredes al fondo. Este detalle nimio en apariencia habla de las posibilidades que está dejando la realizadora en su documental. Si bien no son puertas ni ventanas abiertas, la naturaleza simbólica de estos objetos permite el pensamiento de que estas niñas hechas mujeres por la fuerza de las circunstancias están buscando abrirse con alguien o siquiera consigo mismas.
Y si el problema es que la película dependa en exceso de las narraciones de estas entrevistadas en planos fijos, la quietud de la cámara nos perturba o tendría que hacerlo frente a su desolación. Porque se muestran francas con respecto a sus propios deslices, el rol de víctimas está muy lejos de ellas mas no del engaño. Como su situación ya es de por sí grisácea y la fotografía insiste en esta paleta de tonos, lo que era inicialmente una atención a la expectativa se topa, hacia la mitad del relato, con los laberintos burocráticos del servicio público. Las voces femeninas que consultan a estas niñas madres, de hecho, están fuera de campo aunque expresen empatía.
No olvidemos tampoco que hay tomas fijas como la de la madre agitándose mientras habla de los distintos engaños por los que pasó y las razones por las que prefirió darle su bebé a una amiga para que lo cuide mejor. Escenas como esta y una a continuación donde una chica de quince años, siguiendo consejos de la médica, considera la opción de abortar, muestran que los elementos técnicos de la película están templando una gravedad cotidiana no en pos del autoengaño, sino de cómo se enfrentan los deslices propios y ajenos desde la anonimia. En esas escenas específicas y al contrastar las posturas de ambas entrevistadas ante la cámara, vemos cómo se ponen en perspectiva las circunstancias agravantes más allá de lo que nos puedan conmocionar las condiciones lamentables frente a la torpeza de sus novios y las decisiones desacertadas de ellas. En sus respectivas escenas, casa una está de perfil pero a la primera la vemos a tres cuartos y con el rostro de frente; la otra desde la nuca pero auralmente firme en su postura.
Es fácil concluir que la también guionista y productora está dándole rostro a estas madres por imposición mientras deja a la medicina en el nivel de voces firmes en su empatía y su alianza tácita. El abismo se siente en el hecho de que las entrevistadas están solas en sus respectivos planos como lo están sus miradas y sus narraciones. Sin música y con cortes precisos en el montaje, el ritmo del documental hilvana decisiones tomadas a partir de desengaños bastante cotidianos y más profundos que lo que escuchamos en las voces.