Resulta imprescindible mirar Niña mamá antes de (volver a) discutir sobre la necesidad de que nuestros legisladores sancionen una ley de aborto seguro, legal y gratuito. Es que el documental de Andrea Testa gira en torno a adolescentes, algunas ya madres, que transitan un (nuevo) embarazo o acaban de parir sin el deseo de traer un hijo al mundo. La realizadora argentina registra el diálogo entre estas jóvenes mujeres y trabajadoras sociales que las asisten en hospitales públicos del conurbano bonaerense. De las chicas retratadas, dos decidieron abortar: una bajo el amparo del inciso 2 del artículo 86 de nuestro Código Penal, que establece como «no punible» la interrupción de la gestación derivada de una violación.
Testa coloca la cámara dentro de los consultorios, incluso de una sala de partos, a una distancia prudencial de las muchachas que responden las preguntas de las asistentes sociales y acatan las indicaciones de obstetras, parteras, enfermeras. Primeros planos, planos detalle, planos medios cortos apuestan a la elocuencia de miradas, lágrimas contenidas y derramadas, ceños fruncidos, cuellos tensos, labios más o menos dispuestos a verbalizar reflexiones y sentimientos.
Por momentos los rostros dicen más que las palabras. Por momentos los testimonios ofrecen pistas inconfundibles sobre la influencia del discurso institucional. Por ejemplo la Iglesia asoma detrás de una chica de 13 años, que califica su embarazo nada planificado como «una bendición».
Llama la atención la decisión de filmar en blanco y negro. Acaso Testa haya querido sugerir la envergadura histórica del fenómeno abordado. Sin dudas, los casos elegidos conforman una pequeña muestra de la cantidad de mujeres que pagaron y siguen pagando un altísimo precio por des/obedecer los mandatos machistas en materia de sexo, relaciones de pareja, maternidad.
Asimismo es posible que la también co-directora de La larga noche de Francisco Sanctis haya buscado anular la malla luminosa y colorida que la sociedad patriarcal le impuso a la reproducción humana. De ser así, la realizadora lo logra con creces pues destroza el cotillón que nuestros creativos publicitarios despliegan cada vez que representan a adolescentes libres y divertidas, y a jóvenes esposas ansiosas por procrear y maternar.
Testa ubica la cámara a una distancia respetuosa de la intimidad de las chicas y de la angustia que el embarazo y la proximidad del parto (o del aborto) les provoca. Los planos excluyen a las asistentes sociales, cuyas intervenciones son registradas a través de un micrófono y, dicho sea de paso, alimentan las esperanzas en torno a la reconfiguración un Estado (más) sensible a la problemática de estas ciudadanas especialmente vulnerables.
Quienes crean vislumbrar en Niña mamá un ejercicio de cine militante «pro-aborto« harán bien en mirarla antes de validar el amague reduccionista. Entre otras cuestiones, esta nueva producción de Pensar con las Manos sugiere que, aunque sin dudas necesaria, la reclamada legalización dista de constituir una solución única e instantánea para las jóvenes argentinas arrinconadas contra las cuerdas –no sólo de la maternidad precoz– sino de debuts sexuales forzados, de enfermedades venéreas, de la violencia doméstica, de la adversidad económica, de la falta de contención familiar.