La contradicción y los mundos enfrentados se proponen, ya, desde la geografía planteada al inicio del film. La cámara nos muestra una ciudad de Santiago de Chile dividida y fragmentada: por un lado esos altos edificios –casi rascacielos- que actúan como referentes de las clases más acomodadas, y por el otro los asentamientos precarios, las casas bajas, de familias humildes que se encuentran a su alrededor, compartiendo un mismo territorio.
Desde este punto de partida, “NIÑAS ARAÑA” recorre y acompaña el devenir de tres adolescentes de unos 13 años, en su búsqueda desesperada de escapar de un destino de pobreza que parecen padecer como una marca de nacimiento de la que no pueden desprenderse.
Guillermo Helo toma un caso verídico ocurrido en el año 2005, que en ese momento había sido muy famoso dentro de la crónica policial local, por la serie de robos ocurridos en los edificios de Vitacura y Las Condes donde literalmente, estas adolescentes treparon por las paredes, entraron a los departamentos para llevarse diversos objetos y por su particular “modus operandi” se hizo notoriamente conocido hasta llegar a lograr un lugar de relevancia en los medios.
Es así como vamos siguiendo la vida de Avi (Michelle Mella), Cindy (Dominique Silva) y Estefany (Javiera Orellana) cada una con una problemática diferente. Avi vive una conflictiva situación con su madre y la falta de límites en su intimidad y sus parejas, la ausencia completa de su padre y con una situación económica precaria estando siempre al borde del desalojo por la falta de pago de los alquileres.
Cindy, por su parte y con esa corta edad, se encuentra atravesando un embarazo siendo madre soltera y finalmente Estefany es la que parece presentar un carácter más duro pero vive de las ensoñaciones que podría traer la fama de la televisión a su vida y su personaje presenta la misma fragilidad y la gran carencia afectiva que atraviesa también a las demás protagonistas. La narrativa de Helo no encuentra un estilo definido.
El director plantea a través de este caso, las grandes diferencias de clase en la sociedad de Chile, la imposibilidad de vislumbrar otra salida que no sea por medio de la delincuencia y el robo y toca diagonalmente otros temas como el consumismo y la necesidad de aceptación social.
Aborda de esta forma una temática fuertemente atravesada por un modelo de cine social, pero la factura técnica y la belleza que las imágenes muestran y cuidan en todo momento, no logran amalgamarse con la dureza de las historias de vida de las protagonistas que con una narrativa más cercana a un cine como el de Loach o mismos el de los hermanos Dardenne, hubiese favorecido enormemente a la propuesta.
Tampoco puede decirse que “NIÑAS ARAÑA” sea un retrato de un momento particular de sus vidas como el tránsito de la adolescencia hasta la madurez, dado que sería minimizar lo que Helo propone.
Con lo cual el producto final oscila en un híbrido de película basada en hechos reales, “coming of age” y denuncia social sobre un fenómeno de la sociedad chilena de hoy. Y si el objetivo fuese casi exclusivamente poder mostrar y exponer el sufrimiento de las clases más vulnerables, lo hace desde un lugar demasiado obvio, subrayado y con diálogos que, en algunos momentos, suenan artificiales y explicativos.
Si bien las tres protagonistas (Michelle Mella, Javiera Orellana y Dominique Silva) encarnan sus personajes con frescura y espontaneidad –lo que hace que se logre un verosímil casi instantáneamente-, en algunos tramos del film, los problemas en la dirección de actores se hacen notar y el registro tiene más connotaciones a un unitario o miniserie televisiva que de largometraje.
Cabe destacar los muy buenos secundarios de Patricio Contreras, Francisca Gavilán y Pablo Schwarz en papeles que aportan a la lectura del contexto pero que no tienen una gran relevancia en la trama.
“NIÑAS ARANA” por lo tanto no va más allá de un producto técnicamente muy bien armado pero que le falta pasión y decisión en la narrativa, en poder armar un cuento atractivo con todos los elementos con los que cuenta y darle fuerza a aquellas situaciones que el Director hubiese querido trabajar con más profundidad.
Sobrevuela en general una cierta superficialidad y una aire de situaciones ya contadas y conocidas, sin que haya una mirada nueva o diferente a lo ya visto, quedándonos como espectadores con la sensación de que lo que muestra ya ha sido transitado en muchos otros casos y que no hay nada demasiado nuevo para aportar.