Nine

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Desastre del desastre.

Borges, sobre Borges para millones: era una sarta de disparates. Me llevaron a un estudio, me hicieron sentar en un sillón y me anunciaron: "Ahora usted va a ver pasar sus fantasmas". Yo no tengo fantasmas, les dije. "Sí, sí —me insistieron— esos fantasmas que recurren en su obra". Y entonces me dijeron que había un señor disfrazado de bucanero, otro disfrazado de vikingo, otro disfrazado de compadrito y una mujer disfrazada de odalisca, que representaba el libro de Las Mil y Una Noches. Y esos... no sé... giraban... y yo tenía que mirarlos. "No ponga cara de asombro" me dijeron. "Sí —dije yo— estoy efectivamente asombrado y me retiro inmediatamente. Qué tengo yo que ver con esta murga". Me levanté y me fui.
Citar a Borges para la crítica de esta bazofia "oscarizable" parace ser demasiado. Pero la verdad es que mientras veía Nine, una película basada en la obra homónima de Broadway ganadora del premio Tony que a su vez se basa en el clásico de Fellini, 8 1/2, no podía dejar de recordar al célebre escritor.
Todo lo que tenía de sutil la película de Fellini está exagerado aquí. O mejor dicho, banalizado. Desde el bloqueo creativo de Guido Contini (Daniel Day-Lewis, que para hacer su papel sólo tuvo que pensar en qué estaba trabajando), un director italiano cuya relación con las mujeres siempre fue significativa para su obra y su vida. En el enfoque del musical de Broadway/Marshall cada relación con una mujer adquiere aires solemnes insoportables.
En 8 1/2 hay una secuencia (memorable, como toda la película) donde Guido, en un sauna, "doma" a sus mujeres. Es cómica e ingeniosa. La música es importante (cómo olvidar los compaces de Saraghina en medio de la rebeldía...) es más: 8 1/2 es musical. Nine, en cambio, arranca con Kidman, Cruz, Hudson, Fergie, Dench, Cotillard y Sofia Loren mirando con cara de pavas (pero ojo, una mirada con reproche incluído) a Guido. La falta de imaginación a pleno. Es más, pareciera que la revolución estética del film de Fellini sólo incluye un par de anteojos y sacos (que, por las dudas, se encarga de repetir infinidad de veces una canción) y los sets a medio terminar. ¿Los sets? En Nine utilizan siempre el mismo pero con distinta iluminación.
Ok. La película está basada en la obra de Broadway más que en 8 1/2. No veo, entonces, por qué no puede tener canciones memorables. Para más datos: La canción más "pegadiza" es un injerto innecesario de los guionistas (entre ellos, el fallecido Anthony Minghella) sobre una periodista de Vogue (bueno, la película tiene tanta trascendencia como una tapa de revista de modas) que, claro, seduce a Guido, y repite "Cinema italiano" hasta que nos entre por los poros. Ah, y más vale que se acostumbren a la gracia de esta película (y a la sutileza), porque, como "il cavaliere" italiano, parece que si uno es italiano (y no tiene bigotes y no es Mario Bros) es un latin lover. Y sino, queda claro con la canción "Be italian" (otra de las "mejores": ¡qué nivel!) que se encarga de repetirlo, también, infinidad de veces. Hay, claro, panderetas. Y chicas que gritan "hey". Todo tan italiano como Aldo Raine hablando con Hans Landa en Bastardos sin gloria.
Y si hablamos de acentos, el efecto "teléfono" del tema "A call from the Vatican" que introduce el personaje de Carla (o Penélope Cruz) suena terriblemente a auto-tune. Y ya que está, Claudia Cardinalle era 100% más sexy que Penélope Cruz haciendo acento italiano en inglés.
Ah, en Nine son todos ganadores del Oscar (o nominados). Y la dirige Rob Marshall (director del musical que le ganó el Oscar a El pianista y Las dos torres, Chicago). Mientras que por el lado de los actores Marion Cotillard lleva la delantera, no sólo porque es hermosa, sino porque la cámara asesina de Marshall (se viene un milagro) captura su belleza y la vuelve el único personaje más o menos real. El resto está para ser un adorno más. Adornos que a decir verdad, uno no puede apreciar mucho. El montaje es rápido. Quiere seguir el ritmo de la música. Y así termina por: (1) agotar al espectador y (2) mutilar cualquier escenario/coreografía/detalle que se encuentre en pantalla. No importa dónde está la cámara. Importa que se mueve. Así como tampoco importa qué hacen los actores en pantalla. Importa que están. Así tenemos a una inexplicable Sofia Loren que parece moverse sólo con ayuda de otra persona delante (así lo demuestra cada vez que extiende los brazos como imitando a la criatura del Dr. Frankenstein).
Nine no tiene mucho cerebro. Aunque a fin de cuentas, tampoco le importe demasiado a su(s) realizador(es). Ahí lo que prima es la estética. Lástima que para apreciar la estética, también tiene que haber algo de contenido que nos haga querer ver toda la película. Es el travesti del 2009 en el cine.