Había una vez una película de Federico Fellini llamada 8 ½ , producida en el año 1963. La misma se inscribía como una obra desdoblada, en donde el film aparecía en el film, que se reflejaba sobre si mismo. Ya desde su título nos encontrábamos ante una clara referencia al cineasta: 8 ½ , la obra que se situaba entre la octava y la novena realización de Fellini. A lo largo de toda la película había una sucesiva deconstrucción de la realidad que sumada al desplazamiento de la mirada distanciaba al espectador de los personajes. Porque la obra estaba conformada por fragmentos, recuerdos, proyecciones internas, etc. No había continuidad narrativa, o al menos era asiduamente interrumpida por los sentimientos de los protagonistas.
Fue así como 8 ½ se convirtió en una de las películas más impresionantes y apabullantes de la toda la historia y metáfora absoluta sobre lo que el cine es.
Por ello, no fue para nada extraño que en 1982 se estrenara en Broadway la versión teatral, con libro de Arthur L. Kopit y música de Maury Yeston titulada Nine y protagonizada por el actor Raúl Julia. El éxito de esta producción devenida en musical provocó a su vez una nueva versión, ahora cinematográfica, que nos llega de la mano de Rob Marshall, director de Chicago y Memorias de una Geisha.
Nine nos cuenta a cerca de Guido, un director de cine angustiado y bloqueado ante la presión de crear una nueva obra que lo aleje de sus últimos fracasos y vuelva a consagrarlo como artista. Perseguido por productores, guionistas, actrices y periodistas debe lidiar también con sus crisis personales. Su debilidad por las mujeres será a su vez, problema y solución a su bloqueo creativo.
Protagonizada por Daniel Day Lewis este musical es impactante, no solo por la ostentación del vestuario, de la escenografía, de las luces, de las locaciones, sino también por el desfile de primeras figuras femeninas que dan vida a las “mujeres de Guido” que van desde Nicole Kidman hasta la cantante Fergie, o de Penélope Cruz a la mismísima Sofía Loren. Como en todo buen musical, los momentos dramáticos más importantes se resuelven mediante cuadros musicales, y aunque si bien es cierto que todos son visualmente soberbios algunas canciones se notan bastante impuestas, como forzadas a dar sentido a una obra que se pretende caótica y desordenada. Por supuesto que mucho menos confusa de lo que fue 8 ½ , Nine posee una estructura más clara, despojada ya de sus elementos surrealistas, por lo que resulta mucho más accesible al espectador tipo.
Day Lewis es lo suficientemente brillante no solo para crear a un Guido convincente, de quien cualquiera de nosotras podría enamorarse, sino que también lo es para no caer en torpes imitaciones de aquel primer e inolvidable Guido que interpretara nada más ni nada menos que Marcelo Mastroianni.
Rob Marshall homenajea implícita y explícitamente a Fellini en muchas de sus escenas, y aunque ciertos aires felinescos se pueden respirar a lo largo de su película, aunque en ciertos momentos los personajes hablen un poco de italiano, aunque se intenten rescatar el glamour y el estilo romano -creados a fuerza de creaciones cinematográficas de los años `50 y `60 principalmente- un viento seco y cálido, tal vez semejante al Siroco, pero proveniente de las colinas de Hollywood termina invadiéndolo todo. No al punto de ya no poder respirar y caer en el sopor, pero si de añorar una y otra vez a los verdaderos maestros italianos: Federico, Marcelo…