Fueron muchas las peripecias que rodearon al proyecto del documental dedicado a Néstor Kirchner. Dos conocidos hombres del kirchnerismo, Jorge Devoto y Fernando Navarro, le encargaron inicialmente el trabajo a Israel Adrián Caetano, pero cuando el director uruguayo de películas como Bolivia, Un oso rojo y Crónica de una fug a les mostró un primer corte, los productores tomaron una decisión drástica: lo separaron del proyecto y le encomendaron la tarea de reordenar el material de archivo que era su núcleo central a Paula de Luque, una directora claramente identificada con el proceso político iniciado en 2003, que terminó construyendo un film cercano a la hagiografía.
Misteriosamente, ese corte original de Caetano apareció en Internet (Navarro declaró que imagina quién se ocupó de subirlo a la Web, pero no quiso revelar la identidad del responsable) y recibió un caluroso elogio de la presidenta Cristina Fernández, lo que motivó un nuevo golpe de timón de los productores, que entonces le pidieron a Caetano que terminara su versión. Y Caetano lo hizo, mejorando la edición y el sonido de aquel material que cautivó a Cristina, cuidándose de no apelar al subrayado y jugando inteligentemente con los tiempos para delinear el perfil de un político que, independientemente de las valoraciones personales, es una pieza fundamental de la historia nacional de los últimos años.
La columna vertebral de la película son los discursos de Kirchner, algunos encendidos, otros más mesurados, pero todos llenos de contenido. Desde la época de militante peronista en Santa Cruz hasta su rol como cabeza de la Unasur, Kirchner se caracterizó por hablar de una manera clara, directa, contundente. Y por lo general unió la palabra a la acción. En ese sentido, fue un político atípico. Entendió la política como negociación de intereses, pero sobre todo como toma de decisiones en función de convicciones firmes. NK destaca ese carácter irreverente que despertó en estos últimos años pasiones absolutamente encontradas.
La historia que protagonizó el santacruceño está muy cerca como para elaborar juicios novedosos. Son estos tiempos de histeria e hipercomunicación los que aceleran los procesos y obturan el análisis equilibrado. El errático derrotero de este proyecto simboliza con claridad que aún falta perspectiva.