Documento de la coherencia
El documental de Adrián Caetano evita el costado personal del ex presidente, pero lo muestra en toda su trayectoria política. Y lo hace a través de un riguroso material de archivo, aunque no de forma cronológica, sino con saltos temporales para reforzar las ideas.
“Venimos desde el sur del mundo..., sabemos adónde vamos y sabemos a dónde no queremos ir o volver.” Esa frase pronunciada por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003, en su histórico discurso de asunción como presidente de la Nación, significó un punto de partida para el país en su conjunto. Y a juzgar por los hechos, siempre tuvo claro lo que quería para los argentinos porque, más allá de que se pueda coincidir o no con sus políticas, es evidente que su gobierno produjo una enorme transformación en un territorio que venía golpeado por las sucesivas crisis desde el comienzo de la democracia, y que terminaron por eclosionar en diciembre de 2001. El documental NK, de Israel Adrián Caetano, recupera la palabra del ex presidente en toda su dimensión: como militante, como intendente, como gobernador de Santa Cruz, como presidente y como compañero político de Cristina presidenta. La mayor diferencia con Néstor Kirchner, la película, de Paula de Luque, es que Caetano no tuvo en cuenta el aspecto íntimo o privado de la familia presidencial. En ese sentido, el cineasta uruguayo no apela a la emoción del recuerdo de sus seres queridos ni de compañeros que lo conocieron, sino que presenta al hombre público en toda su plenitud, dejando que sean sus propios testimonios los que movilicen al espectador. Y este documento, como le gusta llamar al director a su película, abarca la obra íntegra de uno de los grandes líderes políticos latinoamericanos contemporáneos.
NK recorre toda la historia política de Kirchner a través de un riguroso material de archivo audiovisual, que evita los subrayados. Para lograrlo, no utiliza la voz en off ni recurre a entrevistas, sino que se sostiene en discursos y testimonios del ex presidente, o bien de notas periodísticas. Pero NK no es un compendio de discursos de Kirchner: tiene una estructura narrativa que marca el estilo Caetano, y en varias ocasiones el sonido se combina con imágenes de fuerte contenido simbólico. Una de las particularidades es que NK no mantiene un orden cronológico: después de mostrar su asunción como presidente, el film retrocede muchos años y se puede ver a Kirchner recorriendo los barrios de Santa Cruz para interiorizarse de las dificultades de sus habitantes por una fuerte nevada. Ese momento muestra a Kirchner jugando en la nieve con unos niños. Esa postal del político cercano a la gente es la misma que continuaría muchos años después cuando era presidente y se zambullía en el medio de los manifestantes, como deseando devolver el afecto popular y queriendo desdibujar la línea que separa al poder del pueblo.
Durante los 107 minutos que dura NK, la narración va y vuelve en el tiempo: de un ateneo político de 1983 –en el que ya por entonces repudiaba con vehemencia a la dictadura militar, testimonio que sirve para contrarrestar a quienes denuestan al kirchnerismo señalando que antes no se ocupaba de los derechos humanos– pasa al acto del 29 de mayo de 2006 con miembros de las Fuerzas Armadas, donde hablaba de reivindicar a “un ejército nacional comprometido con el país y alejado definitivamente del terrorismo de Estado”. De la IV Cumbre de las Américas, celebrada el 4 de noviembre de 2005, el film viaja a la campaña del Frente para la Victoria santacruceño por la gobernación. Del discurso de Kirchner del 20 de septiembre de 2006 en la Asamblea General de la ONU –donde señaló la necesidad de una reforma de la arquitectura financiera internacional, con fuertes críticas al FMI–, el documental luego se sitúa en el anuncio del presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien fue el encargado de presentar el 4 de mayo de 2010 a Néstor Kirchner como secretario general de la Unasur.
En la segunda parte de NK se ven las medidas más importantes del gobierno de Cristina, y a Néstor Kirchner opinando al respecto y acompañando las políticas: desde el anuncio de la presentación en el Congreso de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual hasta la ley de matrimonio igualitario. Un fragmento importante está destinado al conflicto con las patronales agropecuarias por las retenciones móviles, que es uno de esos momentos en que el documental alcanza una gran intensidad. Mientras se ven camiones tirando litros y litros de leche, se escucha el testimonio de uno de los miembros de la Mesa de Enlace, señalando que “ser ruralista es ser parte del pueblo”. “Tenemos que tener amor por la Patria y parece que muchos no están convencidos y quieren reemplazar la bandera nacional por un sucio trapo rojo”, dice. Y los litros de leche, mientras tanto, se siguen derramando y, por momentos, inundan casi literalmente la pantalla.
Caetano no dudó en incorporar un testimonio de Kirchner de 1989 que mencionaba algunos logros de la gestión presidencial de Carlos Menem, pero queda claro también, a través de sus propios testimonios, que la visión que Kirchner tenía del país dejó de coincidir en su totalidad con la del ex gobernador de La Rioja. En ese sentido, darse cuenta de que algo que parecía bueno no era ni remotamente lo más adecuado para el país y saber cambiar a tiempo y dejar de coincidir, también es tener coherencia. Y ésa es la sensación que queda flotando al ver el documental de Caetano: más allá de los amores y odios que despertó, Néstor Kirchner no dejó sus convicciones en la puerta de entrada de la Casa Rosada. Y el film funciona como un testigo de esa histórica decisión.