En la primera semana del año se estrenó 27: El club de los malditos. En la segunda, es el turno de un nuevo exponente de género local como este film que pendula entre el thriller psicológico y el terror con un equipo técnico y artístico que combina talentos de Argentina, Uruguay y España. El resultado es fascinante sobre todo en el terreno visual, pero no tan convincente en términos dramáticos.
Tras La casa muda (aquel film en plano secuencia y en tiempo real que tuvo una remake en Hollywood titulada Silent House), el director uruguayo ratifica su profesionalismo y su virtuosismo formal en No dormirás, una película que luce mucho en términos visuales, pero no resulta del todo convincente en la construcción de sus distintos climas ni en varias de sus resoluciones. Es una pena porque los recursos de producción, el elenco y los técnicos que lo acompañaron son de primera línea y todo estaba servido para uno de esos eficaces exponentes de género (del thriller psicológico al terror) que el cine nacional (aquí en coproducción con España y Uruguay) busca y necesita con desesperación. Es llamativo que un argentino (Andrés Muschietti) haya dirigido la película de terror más exitosa de 2017 (It: Eso), pero a nivel local solemos quedarnos casi siempre cerca de la meta.
Aunque en ciertos niveles puede considerada algo fallida o no del todo convincente, No dormirás tiene varios aspectos rescatables (y destacables): la ambientación de época (el prólogo se desarrolla en 1975 y la trama principal en 1984), la fotografía del talentoso Bill Nieto (Leonera, La luz incidente), el uso no intrusivo ni caprichoso de los vistosos efectos visuales y unos cuantos pasajes en los que surge esa tensión dramática y ese suspenso que en otros momentos se extrañan.
La trama combina dos elementos (el proceso creativo por demás extremo de un grupo de teatro y el encierro en una decadente casona), pero los sustos y el impacto son más bien escasos. El énfasis está puesto en la psicología de los personajes y en ese terreno también los resultados son irregulares.
La protagonista es Bianca (una esforzada Eva De Dominici), actriz cuya carrera teatral no termina de despegar ya que la joven debe ocuparse de un padre dominado por los traumas y la violencia. Cuando finalmente opta por internarlo está en condiciones de aceptar el desafío que le propone un escritor (un desaprovechado Germán Palacios) que trabaja con Alma Böhm (la española Belén Rueda), mítica, cruel y manipuladora dramaturga y directora que experimenta con una técnica que consiste en mantener a sus intérpretes sin dormir durante varios días seguidos para que ganen en vulnerabilidad y sensibilidad (“sean una esponja”). Así, ella se instala con el resto de la compañía en un hospital psiquiátrico abandonado.
Alma le plantea a Bianca una dura competencia por el papel protagónico con la colega Cecilia (la también española Natalia de Molina), mientras empiezan a surgir comportamientos psicopáticos, alucinaciones ligadas al insomnio y secretos propios del lugar y de los seres que lo habitaron. El film es atrapante solo de a ratos, con irrupciones de creatividad que luego se dilapidan a partir de ciertos lugares comunes del género, pasajes algo irritantes y situaciones que no se resuelven del todo o lo hacen de forma bastante caprichosa. Como compensación, Hernández y su DF Nieto nos regalan un fascinante despliegue visual que el cine de género local pocas veces ha ofrecido. Sí, la mitad del vaso lleno...