La cinefilia de Nicolás Zukerfeld
Una frase encontrada en un libro de Edgardo Cozarinsky funciona como disparador para una investigación cinéfila de lo más apasionante.
Nicolás Zukerfeld (Y ahora elogiemos las películas, 2017) nos brinda una obra construida desde la pasión por el cine. A través de una frase Raoul Walsh (Al rojo vivo), el histórico realizador estadounidense, se inicia una aventura de búsqueda, de análisis y de conexiones para entender el origen de una declaración que define la simpleza de este arte.
Con una primera parte repleta de imágenes de colección de la filmografía de Walsh, un deleite visual, se da pie a esta película de carácter explorativa. Luego de esta lluvia de escenas, una voz en off nos contextualiza del principio de la travesía para sumergirnos en una experiencia de mensajes cruzados, citas y bibliografías entre cinéfilos de todo el mundo.
No existen 36 maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo (2020) es un apasionante y breve viaje de visionado obligatorio para todos aquellos que tienen al cine como bastión. Sin embargo, desde el aspecto técnico, lo más destacable son las escenas restauradas de películas clásicas (desde el western hasta el cine de espías).
El largometraje es simple y, tal vez, podría haber tenido otra manera de gestación a través de otros recursos técnicos existentes del documental. Pero, una realización diferente, sería una contradicción al título y a la premisa del film. Una de las peculiaridades de Walsh es la concisión: logra un múltiple de acciones con un mínimo de tecnicismos, tanto de planos como secuencias. Esta obra de Zukerfeld sostiene esa característica de principio a fin justificando una hipótesis que se originó desde las primeras obras cinematográficas.