No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

No existen treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo
El título de esta película es complicado, aunque luego de verla, seguramente será memorizado rapidamente por el espectador. El titulo es largo y complicado, pero el cine sigue siendo simple.

A partir de la exhaustiva repetición de escenas que funcionan como variaciones de uno o varios temas, la pelicula de Nicolás Zukerfeld celebra el cine y se estrena en la Sala Lugones, de las salas emblemáticas de la ciudad de Buenos Aires. No sólo el cine de Raoul Walsh homenajea el film, sino el cine como objeto de circulación, para quienes lo ven, lo hacen, lo piensan, o lo enseña. Alli está referido el crítico (inglés, frances, estadounidense o argentino) que escribe y altera las palabras, el periodista que repregunta usando una frase que escuchó por ahí, el historiador que hurga con los materiales que tiene a mano. (Bendito internet que nos acerca revistas y publicaciones de 50 o 60 años atrás) Ahi estan Cahiers du Cinema, Film Culture, Dirigido por, Tiempo de Cine;o el docente, labor muchas veces olvidado, que da uso y permanente significado a las definiciones, categorizaciones, explicaciones; y obviamente el del realizador.

Ordenémonos. Después de verla dos veces, puedo asegurar que es indistinto por cuál de los dos grandes momentos se empiece, y que luego de ver uno, habrá que volver a ver el otro, como si se tratara de una compulsión de comprobación argumental. En el orden del relato, tras los primeros 37 minutos de vertiginoso y preciso montaje de planos y escenas, le sucede una suerte de experimento visual en el que predomina la pantalla negra y la voz over. Narrando en tercera persona, la búsqueda que emprende un profesor de historia del cine investigando el origen de una frase dicha por Walsh, la frase del título por cierto. Esto deriva en la comparación de fuentes, fechas, lugares y personas, modos de decir, todo apunta a confirmar si es una, 5 o 36 maneras en las que no existe mostrar la manera que alguien entra a una habitacion o se sube a un caballo. Claro, pero el cine es simple, y los clásicos (Walsh) insisten en que la manera es sólo una.

¿Ahora bien, no es otra cosa el cine contemporáneo? Una película puede consistir en 37 minutos de puro montaje asociativo, o puede tener un 90 por ciento de pantalla negra. Permanente objeto de autoconciencia, hoy el cine ya no es tan simple y no hay estética posible que le imponga reglas.

Vale el ejemplo aquí de Zukerfeld que motiva además que, a partir del miércoles 15 la Sala Lugones programe un ciclo de 8 (para seguir agregando numerologia) films de Raoul Walsh.