La Historia en los registros domésticos
A través de filmaciones caseras que no buscaban ser un registro de su tiempo, el director consigue hacer una potente pintura.
El tiempo es la materia que sostiene el relato que el documentalista brasileño João Moreira Salles realiza en su último trabajo, No intenso agora, que participó de la Competencia Internacional del Bafici 2017 y ganó el premio a la Mejor Música Original en el prestigioso festival Cinéma du Réel, en Francia, dedicado al género documental. Una relación que el director decidió destacar ya desde el título original que ha decidido mantenerse para su estreno local, cuya traducción sería “En el intenso ahora”. Curiosamente la película no se concentra en el presente, sino que a partir de un conjunto de películas que en su mayoría son registros personales o domésticos, trabaja sobre el final de la década de 1960. En particular sobre acontecimientos culturales y políticos como el Mayo Francés, la Primavera de Praga o la Revolución Cultural China. Aprovechando los recursos narrativos de la técnica conocida como found footage, muy popular en géneros como el terror o el falso documental, Moreira Salles realiza una lectura de aquel fresco histórico 50 años después. Pero con el inmenso valor agregado de un análisis que es a la vez lúcido y poético sin ser pedante, que la voz del propio cineasta va realizando en off sobre las imágenes montadas con excelencia. Un relato cuya fuerza natural no radica en la interesante mirada política que se expone a través de ella, sino en el valor profundamente emocional que le da origen.
No intenso agora cuenta con una breve obertura en la que dialogan tres películas domésticas. La primera es una fiesta familiar en Checoslovaquia, en la que el director llama la atención sobre la felicidad de los desconocidos que celebran, concluyendo por la ropa que visten que la escena transcurre en primavera o verano. Un verano feliz en Checoslovaquia, 1968. La segunda muestra a una familia que registra los primeros pasos de la hija menor, tomadas en Rio de Janeiro para esa misma época. La mirada atenta capta lo inesperado: mientras la cámara se concentra en los miembros de la familia de clase media, Moreira Salles nota que la niñera, una adolescente mulata, se aparta del grupo para salir del cuadro. Pero el movimiento de la cámara la vuelve a incluir involuntariamente al fondo del plano. Se trata, dice, de un registro casual que “captura la relación de clases en Brasil”. “No siempre sabemos lo que filmamos”, anota el director. El último episodio ilustra un viaje a la China maoísta que su propia madre realizó en 1966 y que Moreira Salles descubrió por casualidad 40 años más tarde. “El viaje más fascinante de mi vida”, según ella misma anotó en aquel momento. Las imágenes también retratan un montón de gente feliz realizando las actividades más variadas: niñas bailando en la escuela; peatones que deambulan por las calles o junto al mar; lavanderas a la vera de un arroyo. “Ella fue a buscar una cosa pero se encontró con otra: no el pasado, sino la Historia en acción”.
El relato que el cineasta brasilero va urdiendo en No intenso agora trata de volver consciente esa búsqueda de lo inesperado que se oculta en una serie de películas que en general retratan a la Historia de manera espontánea. Registros documentales de artistas diversos o de origen anónimo; programas periodísticos de la época; películas familiares en la que protagonistas desconocidos dan cuenta de su tiempo sin habérselo propuesto. La mirada del director es la encargada de ir haciendo camino a través de ellos y su voz es el hilo de Ariadna que guía al espectador en un viaje que, como se ha dicho, es tan emotivo como histórico.
Dividiéndola en dos partes –“El regreso a la fábrica” y “La salida de la fábrica”–, Moreira Salles liga a su película con aquel famoso corto de los hermanos Lumière que retrata a los obreros saliendo de una fábrica y que sin saberlo se convirtió en el primer documental de la historia. “No siempre sabemos lo que filmamos”, resuena la voz del director. No intenso agora no pretende volver a contar la historia conocida de las felices revoluciones culturales de los ‘60, sino que trata de buscar ahí las causas de un mundo que parece no haber vuelto a encontrar desde entonces nuevos motivos de felicidad. Como si aquella “imaginación al poder” que 50 años después los medios de comunicación celebran como un triunfo, fuera en realidad la peor derrota. No intenso agora es un relato melancólico que observa a aquel pasado idealizado desde este presente intenso y escéptico, y que anhela con desesperación pero sin éxito una excusa para volver a creer en algo.